domingo, 26 de abril de 2009

Carta a mi madre

Miguel Ángel Menéndez Reyes


Diciembre de 1926

Madrecita linda:

Todos mis cariños se dispersan,
y todos mis rosales se deshojan,
y todas las fragancias se me alejan.

Sólo me quedas tú, piadosa y blanca,
como nombre de amor entre mis quejas,
como hilo de agua en el desierto,
como rosa de luz entre la selva…

Eres igual a un árbol cuya fronda
llena de nidos nos protege y canta.

Madrecita linda:

Tus lágrimas se han vuelto gemas;
deja que las engarce yo
en el hilo de oro de un poema
y hacer así un collar para tu amor.

Paquito

Cubierto de jiras,
al ábrego hirsutas
al par que las mechas
crecidas y rubias,
el pobre chiquillo
se postra en la tumba,
y en voz de sollozos
revienta y murmura:
«Mamá, soy Paquito;
no haré travesuras».

Y un cielo impasible
despliega su curva.

«¡Qué bien que me acuerdo!
La tarde de lluvia;
las velas grandotas
que olían a curas;
y tú en aquel catre
tan tiesa, tan muda,
tan fría, tan seria,
y así tan rechula!
Mamá, soy Paquito;
no haré travesuras».

Y un cielo impasible
despliega su curva.

«Buscando comida,
revuelvo basura.
Si pido limosna,
la gente me insulta,
me agarra la oreja,
me dice granuja,
y escapo con miedo
de que haya denuncia.
Mamá, soy Paquito;
no haré travesuras».

Y un cielo impasible
despliega su curva.

«Los otros muchachos
se ríen, se burlan,
se meten conmigo,
y a poco me acusan
de pleito al gendarme
que viene a la bulla;
y todo, porque ando
con tiras y sucias.
Mamá, soy Paquito;
no haré travesuras».

Y un cielo impasible
despliega su curva.

«Me acuesto en rincones
solito y a obscuras.
De noche, ya sabes,
los ruidos me asustan.
Los perros divisan
espantos y aúllan.
Las ratas me muerden,
las piedras me punzan...
Mamá, soy Paquito;
no haré travesuras».

Y un cielo impasible
despliega su curva.

«Papá no me quiere.
Está donde juzga
y riñe a los hombres
que tienen la culpa.
Si voy a buscarlo,
él bota la pluma,
se pone muy bravo,
me ofrece una tunda.
Mamá, soy Paquito;
no haré travesuras».

Y un cielo impasible
despliega su curva.

Balada Catalana

Vicente Balaguet

Rugiente pasión ardía
en el alma del doncel;
fuera de Ella nada había
en el mundo, para él.

-¡Lo que a tu capricho cuadre
-dijo a su amada- lo haré;
si las joyas de mi madre
me pides, te las daré.

Y ella, infame como hermosa,
dijo en horrible fruición:
-¿Sus joyas? ¡Son poca cosa!
¡Yo quiero su corazón!

En fuego impuro él ardiendo
hacia su madre corrió
y al punto su pecho abriendo
el corazón le arrancó.

Tan presuroso volvía
la horrible ofrenda a llevar,
que, tropezando en la vía,
fue por el suelo a rodar.

Y brotó un acento blando
del corazón maternal,
al ingrato preguntando:
-Hijo, ¿no te has hecho mal?