domingo, 25 de enero de 2009

Un mensaje a los que debieron ser mis padres.

FIDENCIO ESCAMILLA CERVANTES


Papitos: no sé si deba llamarlos así
porque en realidad nunca lo fueron;
cuando descubriste, mamita, que estaba en ti
sentiste náuseas, pretextos mil
que papito y tú me destruyeron.

Aún recuerdo con vasta pena
hace seis meses que tú, mamita,
en una noche te diste cuenta
que estaba envuelto en tu placenta
y te dio rabia, mucha, infinita.

Sentí algo amargo, ¡más qué importaba!
uno en el vientre vive tranquilo;
el sexto hijo era yo, ¡cuánto te amaba!
sumaba días, multiplicaba,
el mismo mes me parecía un siglo.

Soñaba tanto con ver las flores,
la luz del día, mis hermanitos...;
sería bueno con mis mayores,
todos mis actos serían mejores
por ver alegres a mis papitos.

Soñaba tanto en aquel momento,
en el instante en que me tendrías;
me veía envuelto, cubierto a besos,
tú siempre, siempre me arrullarías
y mi papá me diría: “¡Travieso!”.

Mas esa noche, ¡ay!, que bien recuerdo,
llegó papá, te miró nerviosa,
corriste, y en aquel encuentro,
hablaste de mi, que me llevabas dentro,
que estabas triste, te sentías mal, temerosa.

Sentí que él se quedó inquieto,
quiso llorar, quedó en silencio,
te vio con ansia, te vio con miedo;
¡él me quería!, casi estoy cierto,
¡iba en su vida, en su pensamiento!.

Mas el demonio pudrió su mente,
le dio egoísmo, le dio veneno;
sentí temor, me quedé pendiente,
escuché llantos y gritos fuertes,
tantos reproches que se dijeron.

Mi fetal alma ya comprendía
todos los gritos, ¡falsas palabras!
pensé en vivir, que me salvarían,
que antes que nada sí me querían,
que estaban limpias aún sus almas.

Iba a ser bueno con mis papitos,
no lloraría en toda la noche,
me aguantaría, sería un hombrecito,
no lanzaría siquiera un grito
para evitarme cualquier reproche.

Cuando acostaron a mis hermanos
sentí bonito, quise ir con ellos,
eran tan buenos, ¿no había lugar?
y que importaba, así chiquito
me conformaba con estar cerca,
yo dormiría en el suelo.

Escuché entonces, papá, tu voz quebrada
por el cansancio o por el desvelo,
que era imposible que yo llegara;
más importante era que te compraras
un coche azul último modelo.

Sentí morirme, lloré en silencio
¿Eso es ser padres?, ¡yo les pregunto!
¿no me querían?, ¡¡¡por qué me hicieron!!!
¡yo no pedí venir a este mundo !

Al día siguiente, muy de mañana,
al hospital se fueron dispuestos;
miré por última vez aquella casa,
¡¡¡la que iba a ser mi casa!!!
a mis hermanos, tranquilos, quietos,
no imaginaban lo que pasaba
los niños sólo somos traviesos.

Miré aquel cuarto impecable, blanco,

y una mirada implacable, fría,
y sentí miedo, te di un abrazo,
busqué a papito, busqué una huída,
grité, lloré, me hice pedazos
porque atentaban contra mi vida.

Vi a mi papito, ¡lo vi temblando!
cuando pasábamos en la camilla;
le vi una lágrima en la mejilla
¡sí me quería!, ¡estaba llorando!

¡Sálvame!, ¡sálvame! te gritaba
te vi indeciso por un instante
pero a medida que nos llevaban
tú, mi papaíto, me abandonaste.

Cerraron puertas y te durmieron
y quedé solo, aislado, preso;
iba a morir, lo sabía, ya no imploraba;
¿para qué? ninguna súplica serviría de nada.



Sentí un dolor agudo aquí, en mi pecho,
solo un ratito y después, nada... ¡nada!.



Mi cuerpecito aún caliente
quedó en un frasco, ya estaba muerto,
el doctor dijo que próximamente
sería usado en experimentos.

Perdí mi cuerpo mas no mi alma,
que ahora descansa junto al creador,
y hoy, a casi un año de aquella infamia,
yo los recuerdo con mucho amor.

Y aunque soy ángel, a veces sufro
al ver que a solas lloran y gimen,
al acordarse a cada segundo
de aquel aborto que fue su crimen.

Se acordarán de mi por todo un siglo
en cualquier parte, en cualquier lugar,
cuando descubran a cualquier niño
que va en los brazos de sus papás.

Yo ya los he perdonado
papá, mamá, aunque en realidad nunca lo fueron
prometo velar por ustedes y por mis hermanitos;
adiós les dice para siempre:
¡EL QUE PUDO HABER SIDO SU HIJO!



Fidencio Escamilla Cervantes

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