domingo, 25 de enero de 2009

MI HERMANO EL INDIO

(Fidencio Escamilla Cervantes)

En la espesura de la noche escueta
Se asoma temeroso nuestro hermano, el indio
Y entre luciérnagas que alumbran su silueta,
Camina con el miedo pegado a sus oídos.
Se ha tornado el panorama tan tétrico y sombrío
Que ya no hay salida que aclare el horizonte;
Lleno de miedo y con estómago vacío,
Huye de todos y de la maldad se esconde.

Repta en la sierra cual bicho venenoso
Y se alimenta de musgos y de malvas,
Está a la espera y mil luchas desfilan por su rostro
Contra caciques y fieros guardaespaldas.
Oyó el rumor de sus hermanos en la Chiapas
Y el corazón se abrió hacia la esperanza;
Tristes recuerdos y lágrimas se escapan
Por los surcos y heridas que trae en sus espaldas.

Mi hermano el indio, origen de esta patria
Que la quieren los buitres, ver destruida;
Se ha transformado en su misma tierra, un paria
Y ante una nueva generación: raza desconocida.
Hambre y marginación es la palabra viva
Que se eleva y se extiende en mi terruño:
Inmenso mapa que se abre como herida,
Escurriendo su sangre entre mis puños.

En Jalisco y Nayarit, los Coras y Huicholes
Se mueren por el hambre y las heladas;
Mexicaneros y huajucas, recios hombres
Otroras dueños del tigre y de las águilas:
Han caído ante las duras manos
De gentiles sin alma y sin conciencia
Haciéndolos huir hasta Durango...
Dejando atrás sus pocas pertenencias.

Desde sus con franceses y españoles,
En Oaxaca sobreviven chinantecos.
Mixes, los Huaves y los Zoques.
Y en San Luis, Hidalgo y Veracruz: Huastecos.
Se mueren de hambre en Campeche y Yucatán,
Los Mayas. Y los aniquilados en Tabasco: Los chontales.
Los lacandones huyen de la guerrilla de Chiapas,
Donde la vida se inunda con balas y con sangre.

Los nahuas se extinguen en Guerrero t en Tlaxcala.
Y en México y en Querétaro con misma suerte,
Sufren los Otomíes, la altiva raza
Que hizo las guerras floridas con la muerte.
Aún respiran Popolucas, Zapotecos y Mixtecos,
En Puebla, Oaxaca y en Guerrero;
Tal vez recordando el año sol, año conejo,
Año lagarto o simplemente el año nuevo.

Los Seris, otroras dueños del desierto,
Se calcinan al norte de Sonora.
Raza brava, que aún sin alimentos
Conservan con orgullo las raíces de su pueblo.
En Guanajuato y Michoacán viven Tarascos,
Distinguidos por los dioses con dones de artesanos;
Y en Sinaloa, los Yaquis y los Mayos
Escenifican la triste danza del venado.

Y entre la arisca sierra de Chihuahua,
Donde el águila vuela en sus dominios;
La estoica raza Tarahumara
Muere de sed, de hambre y frío.
Y allá, en el Valle, por donde corre el nazas,
Dividiendo a Coahuila y a Durango;
La civilización marca contrastes
Entre el potentado y el humilde tepehuano.

En Veracruz ya quedan pocos totonacas
Que arrastran sus miserias en selvas tropicales;
Los mismo que tzeltales y tzoltziles, allá en Chiapas,
Sin encontrar curación para sus males.
Y todos ellos son hijos de este pueblo
Y por sus venas corre la patria hecha sangre.
Sus rostros significan las lluvias y los vientos,
Y son el vivo reflejo de la tierra madre.

Mi hermano el indio, taciturno, a veces necio,
Sucumbe entre los muros de labios y de oídos
Que le han colgado etiquetas con desprecio,
Manteniéndolo arraigado en el olvido.
Hasta que un día... irremediablemente un día,
Sus manos las transforme en armas;
Los pueblos y las selvas, en guerras floridas
Y las balas, sustituyan sus palabras.

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