domingo, 20 de septiembre de 2009

LA COJITA ESTA EMBARAZADA

La cojita está embarazada.
se mueve trabajosamente,
pero qué dulce mirada
mira de frente.

Se le agrandaron sus ojos
como si su niño
también le creciera en ellos
pequeño y limpio.
A veces se queda viendo
quién sabe qué cosas
que en sus ojos blancos
se le vuelven rosas.

Anda entre toda la gente
trabajosamente.
No puede disimular,
pero, apunto de llorar,
la cojita, de repente,
se mira el vientre
y ríe. Y ríe la gente.

La cojita está embarazada
ahorita está en su balcón
y yo creo que se alegra
cantándose una canción:
"cojita del pie derecho
y también del corazón".

Jaime sabines

Respiras y yo

Contracciones de amor
van y vienen de ti
por dentro y por fuera
de repente los latidos se aceleran
empiezo a sentir que es algo especial
la bolsa parece papel celofán
se rompe a la vez que veo escapar
el mar que en tu vientre me hacía flotar
no sé si será esta vez la última o la primera
solo sé que hay olor a primavera...
Me acerco a la luz, me alejo de ti
te cambio por eso que llaman vivir
me acerco a la luz
tu abres la salida
que me lleva a eso a lo que llaman vida

Una luz al final
donde voy a pasar
hay ruido allí fuera
por momentos se te ensanchan las caderas
respiras y yo respiro por tí
empujas, no sé si deseo salir
me noto rodar despacio hasta el fin
más cerca, más ruido, más lejos de aquí
no sé si me voy de ti o eres tú quién me dejas
tu nerviosa y frágil,
yo desnudo y dando vueltas

Me acerco a la luz, me alejo de ti
te cambio por eso que llaman vivir
me acerco a la luz
tu abres la salida
que me lleva a eso a lo que llaman vida

Después de salir, me dejan sobre ti
me hacen llorar, te veo sonreir
y sé que esto es algo que nunca
nunca jamás
nunca jamás volveré... a reperir...

Me acerco a la luz, me alejo de ti
te cambio por eso que llaman vivir
me acerco a la luz
tu abres la salida
que me lleva a eso a lo que llaman vida

Me acerco a la luz, me alejo de ti
te cambio por eso que llaman vivir
me acerco a la luz
tu abres la salida
que me lleva a eso a lo que llaman vida

Me acerco a la luz, me alejo de ti
te cambio por eso que llaman vivir
me acerco a la luz
tu abres la salida
que me lleva a eso a lo que llaman vida

Vida, Vida, Vida, Vida

Canción de la niñez»

Cuando el niño era niño,
andaba con los brazos colgando,
quería que el arroyo fuera un río,
que el río fuera un torrente,
y este charco el mar.

Cuando el niño era niño,
no sabía que era niño,
para él todo estaba animado,
y todas las almas eran una.

Cuando el niño era niño,
no tenía opinión sobre nada,
no tenía ningún hábito,
frecuentemente se sentaba en cuclillas,
y echaba a correr de pronto,
tenía un remolino en el pelo
y no ponía caras cuando lo fotografiaban.

Cuando el niño era niño
era el tiempo de preguntas como:
¿Por qué yo soy yo y no soy vos?
¿Por qué estoy aquí y por qué no allá?
¿Cuándo empezó el tiempo y dónde termina el espacio?
¿Acaso la vida bajo el sol es tan solo un sueño?
Lo que veo oigo y huelo,
¿no es sólo la apariencia de un mundo frente al mundo?
¿Existe de verdad el mal
y gente que en verdad es mala?
¿Cómo es posible que yo, el que yo soy,
no fuera antes de existir;
y que un día yo, el que yo soy,
ya no seré más éste que soy?

Cuando el niño era niño,
no podía tragar las espinacas, los porotos,
el arroz con leche y el coliflor.
Ahora lo come todo y no por obligación.

Cuando el niño era niño,
despertó una vez en una cama extraña,
y ahora lo hace una y otra vez.
Muchas personas le parecían bellas,
y ahora, con suerte, solo en ocasiones.
Imaginaba claramente un paraíso
y ahora apenas puede intuirlo.
Nada podía pensar de la nada,
y ahora se estremece ante a ella.
Cuando el niño era niño,
jugaba abstraído,
y ahora se concentra en cosas como antes
sólo cuando esas cosas son su trabajo.

Cuando el niño era niño,
como alimento le bastaba una manzana y pan
y hoy sigue siendo así.

Cuando el niño era niño,
las moras le caían en la mano como sólo caen las moras
y aún sigue siendo así.
Las nueces frescas le eran ásperas en la lengua
y aún sigue siendo así.
En cada montaña ansiaba
la montaña más alta
y en cada ciudad ansiaba
una ciudad aún mayor
y aún sigue siendo así.
En la copa de un árbol cortaba las cerezas emocionado
como aún lo sigue estando.
Era tímido ante los extraños
y aún lo sigue siendo.
Esperaba la primera nieve
y aún la sigue esperando.

Cuando el niño era niño,
tiraba una vara como lanza contra un árbol,
y ésta aún sigue ahí, vibrando.

Con tu vientre abultado

...con tu vientre abultado
ahi llevas un sueño
ahi llevas las femeninas fantasias
llevas al cielo
y quizás unas cuantas lágrimas,
miro tus ojos
se ven como luces en la penumbra
oigo sus latidos
su nombre sera jazmin
llevas en ti algo de tristeza
llevas en ti algo de belleza
y ella
es como un pájaro que vuela en libertad,
te ves hermosa
con una niña... Read more en tu vientre
ahi llevas el color de tus pinturas
ahi llevas una poesia eterna
ahi llevas el origen de la vida,
las noches frías
son cubiertas de abrazos
y de una cancion suave
suave como la luna que ilumina los embarazos
de un millón de chicas bellas como tú,
y le escribirás poemas
y le leerás cuentos
y le hablarás de dali, marcel duchamp y el principito,
el doctor dijo: ella está bien, nacerá en agosto!!!
tu lloraste
yo seque tus lagrimas.



- Anónimo

UN PRINCIPIO SIN FIN (DEDICADO AL MUNDO)

Entre el follaje verde
de un olvidado continente
corre entre montañas como serpiente
un río que hecho nudos encanto esconde

Como camino antiguo de un gigante
guarda huellas en su recorrido
siete cántaros de nivel profundo
asesinos de la luz del sol naciente

toda una aventura es esta cultura
que siendo hombres envueltos por emoción y miedo
son lobos, ranas, para luego ser moscas y por error
peces y por fin culebras retando a la altura

un camino que no tiene regreso
una historia que de la imaginación nos ha hecho presos
pues cuenta un anciano en tono de rezos
que al ocaso un chivo cierra el paso

si esto es verdad o mentira
no me importa creo que delira
pues en vez de un chivo lila
vi en las paredes mantos nacientes haciendo fila

follaje hermoso y vistoso
cual manto de doncellas
que sirve como lugar de querellas
a los animales que huyen de lo caluroso

el vestido que cubre a la séptima posa
dejaría asombrado incluso al tuerto
ya no sigo con este verso que parece cuento
mejor me apuro a salir del chivato

pues ya dan las seis de la tarde
y por si el chivo sale de donde se esconde
mejor corro pues con dos cuernos me basto
a nadie le agradan dos más, ¿cierto?

LA CAIDA DE LAS HOJAS

Cayó como una rosa en mar revuelto...
Y desde entonces a llevar no he vuelto
a su sepulcro lágrimas ni amores.
es que el ingrato corazón olvida,
cuando está en los deleites de la vida,
que los sepulcros necesitan flores.

Murió aquella mujer con la dulzura
de un lirio deshojándose en la albura
del manto de una virgen solitaria;
Su pasión fue más honda que el misterio
vivió como una nota de salterio,
murió como una enferma pasionaria.

Espera, -me decía suplicante-
todavía el desengaño está distante...
no me dejes recuerdos ni congojas;
Aún podemos amar con mucho fuego;
no te apartes de mí, yo te lo ruego;
espera la caída de las hojas...

Espera la llegada de las brumas,
cuando caigan las hojas y las plumas
en los arroyos de aguas entumidas.
Cuando no haya en el bosque enredaderas
y noviembre deshoje las postreras
rosas fragantes al amor nacidas.

Hoy no te vayas, alejarte fuera
no acabar de vivir la primavera
de nuestro amor, que se consume y arde;
Todavía no hay caléndulas marchitas
y para que me llores necesitas
esperar la llegada de la tarde.

Entonces, desplomado en tu cabeza
en mi pecho, que es nido de tristeza,
me dirás lo que en sueños me decías,
pondrás tus labios en mi rostro enjuto
y andarás con un listón de luto
mis manos cadavéricas y frías.

¡ No te vayas por Dios...! Hay muchos nidos
y rompen los claveles encendidos
con un beso sus vírgenes corolas;
todavía tiene el alma arrobamientos
y se pueden juntar dos pensamientos
como se pueden confundir dos olas.

Deja que nuestras al mas soñadoras,
con el recuerdo de perdidas horas,
cierren y entibien sus alitas pálidas,
y que se rompa nuestro amor en besos,
cual se rompe en los árboles espesos,
en abril, un torrente de crisálidas.

¿ No ves como el amor late y anida
en todas las arterias de la vida
que se me escapa ya?... Te quiero tanto,
que esta pasión que mi tristeza cubre,
me llevará como una flor de octubre
a dormir para siempre al camposanto.

Me da pena morir siendo tan joven,
porque me causa celo que me roben
este cariño que la muerte trunca.
y me presagia el corazón enfermo
que si en la noche del sepulcro duermo,
no he de volver a contemplarte nunca.

¡ Nunca...! ¡Jamás...! En mi postrer regazo
no escucharé ya del eco tu paso,
ni el eco de tu voz... ¡Secreto eterno.!
Si dura mi pasión tras de la muerte
y ya no puedo cariñosa verte,
me voy a condenar en un infierno.

¡ Ay, tanto amor para tan breve instante!
¿Por qué la vida, cuanto más amante
es más fugaz? ¿Por qué nos brinda flores,
flores que se marchitan sin tardanza,
al reflejo del sol de la esperanza
que nunca deja de verter fulgores?

¡ No te alejes de mí, que estoy enferma!
Espérame un instante... cuando duerma,
cuando ya no contemples mis congojas...
¡ Perdona si con lágrimas te aflijo!...
- Y cerrando sus párpados, me dijo:
¡ Espera la caída de las hojas.!

¡ Ha mucho tiempo el corazón cobarde
la olvidó para siempre! Ya no arde
aquel amor de los lejanos días...
Pero ¡ Ay.! A veces al soñarla siento
que estremecen mi ser calenturiento
Sus manos cadavéricas y frías...!

LA CAIDA DE LAS HOJAS

¡Matrimonio feliz! miran dichosos
correr por el jardín a sus dos hijos,
son de plata sus risas infantiles
y son de oro sus rizos
que vuelan agitados por los aires.

Descansan, luego un grito provocador
y el juego se reanuda
con más entusiasmo y más ahínco.
Algunas veces el uno en brazos del otro cae.
¡Cómo se quieren los dos niños!

Ella es fresca, robusta y apiñonada,
él, es un tanto pálido y raquítico,
pero ambos son iguales en amarse,
iguales en su eterno regocijo,
iguales en bondad y hermosura,
iguales en espíritu.

Una mañana, cuando alegres ambos correteaban,
fueron sorprendidos por una extraña visita,
era un lejano tío, médico de gran fama,
que al llamado del padre fue solícito,
porque le despertaban sobresaltos,
la delicada complexión del niño.

El médico lo toma entre sus brazos,
lo examina, lo ausculta
y sus carrillos besando con ternura
lo autoriza a continuar el juego interrumpido.

Jugaban a ocultarse,
la hermanita había hecho en la alcoba su escondrijo
y en tanto su hermanito la buscaba,
ella escuchó el pronóstico del tío.

-Amarga es la verdad
y me lastima tener que decirla,
pero es preciso,
este dulce calor de primavera
defiende su organismo,
le hace bien el aroma de las flores
y de los ramajes el oxígeno,
¡Ah! pero a la caída de las hojas
cuando esos tilos
la calzada alfombren de hojas secas,
tened resignación, morirá el niño!

Pasó la jubilante primavera,
pasó el fecundo y caluroso estío,
a las primeras rachas otoñales
aquel ser enfermizo
demostró que el doctor no se engañaba,
fue perdiendo los bríos para jugar,
mostrando desaliento,
al comer era nulo su apetito,
y una triste mañana
ya su lecho abandonar no quiso.

Los padres permanecen largas horas
contemplando a su pálido enfermito,
que es el ser de su ser,
que es toda su alma.
¿Toda? ¿ Y la niña?

El otro ser querido
que adora con pasión al dulce hermano,
¿Qué es de su alma de niña, lo mas íntimo?

A este recuerdo se preguntaron ambos
¿Dónde está la niña? ¿Dónde se ha ido?
que no acude a las voces del enfermo
que la extraña y la llama casi a gritos?

Va la madre en su busca
y la encuentra vagando en el jardín
bajo los tilos,
en los troncos apoya una escalera,
y con el rostro abatido, pero con el paso firme
sube y baja de ella,
lleva un hilo en la mano derecha y una aguja
y con afán solícito, va ensartando las hojas
que del otoño al ósculo han caído,
y los vuelve a ensartar en los ramajes.

Desde que amaneció venciendo el frío,
se entregó a su labor,
el jardinero que asombrado la vio,
nada le dijo,
pero la madre al verle le pregunta:
-¿Qué hace mi bien querido?
y la niña angustiada le responde:
-Oí lo que una vez dijo mi tío,
ya empieza la caída de las hojas..
ayúdame mamá, yo te lo pido,
que no se alfombre de hojas la calzada
para que no se muera mi hermanito.

El sueño

HUELLAS EN LA ARENA



Una noche tuve un sueño... soñé que estaba caminando por la playa con el Señor y, a través del cielo, pasaban escenas de mi vida.

Por cada escena que pasaba, percibí que quedaban dos pares de pisadas en la arena: unas eran las mías y las otras del Señor.

Cuando la última escena pasó delante nuestro, miré hacia atrás, hacia las pisadas en la arena y noté que muchas veces en el camino de mi vida quedaban sólo un par de pisadas en la arena.

Noté también que eso sucedía en los momentos más difíciles de mi vida. Eso realmente me perturbó y pregunté entonces al Señor: "Señor, Tu me dijiste, cuando resolví seguirte, que andarías conmigo, a lo largo del camino, pero durante los peores momentos de mi vida, había en la arena sólo un par de pisadas. No comprendo porque Tu me dejaste en las horas en que yo más te necesitaba".

Entonces, El, clavando en mi su mirada infinita me contestó: "Mi querido hijo. Yo te he amado y jamás te abandonaría en los momentos más difíciles. Cuando viste en la arena sólo un par de pisadas fue justamente allí donde te cargué en mis brazos".

Constelaciones

El Hombre

Amplias constelaciones que fulguráis tan lejos,
mirando hacia la tierra desde la comba altura,
¿por qué vuestras miradas de pálidos reflejos
tan llenas de tristeza, tan llenas de dulzura?

Las Constelaciones

¡Oh soñador, escúchanos! ¡Escúchanos, poeta!
Escucha tú, que en noches de oscuridad tranquila
nos llamas, mientras tiemblan con ansiedad secreta
la súplica en tu labio y el llanto en tu pupila.

Escucha tú, poeta, que en noches estrelladas
cual bajo augusto templo descubres tu cabeza,
y nos imploras, viendo que están nuestras miradas
tan llenas de dulzura, tan llenas de tristeza.

¿Por qué tan tristes? Oye: nuestro fulgor es triste
porque ha mirado al hombre. Su mente y nuestra lumbre
hermanas son. Por siglos de compasión, existe
en astros como en almas la misma pesadumbre.

Por siglos hemos visto la Humanidad errante
luchar, caer, alzarse... y en sus anhelos vanos
volver hacia nosotras la vista suplicante,
tender hacia nosotras las temblorosas manos;

y ansiar en tal desierto, ya lánguida, ya fuerte,
oasis donde salten aguas de vida eterna;
ya llega, llama -y sale con su ánfora la muerte
brindando el agua muda de su glacial cisterna.

Tronos, imperios, razas, vimos trocarse en lodo:
vimos volar en polvo babélicas ciudades.
Todo lo barre un viento de destrucción, y todo
es humo, y sueño, y nada... y todo vanidades.

Es triste ver la lucha del terrenal proscrito;
es triste ver el ansia que sin cesar le abrasa;
el ideal anhela, requiere lo infinito,
crece, combate, agítase, llora, declina y pasa.

Es triste ver al hombre, que lumbre y lodo encierra,
mirarnos desde abajo con infinito anhelo;
tocada la sandalia con polvo de la tierra,
tocada la pupila con resplandor del cielo.

Poeta, no nos llames -conduele tu lamento;
poeta, no nos mires- nos duele tu mirada.
Tus súplicas, poeta, dispérsanse en el viento;
tus ojos, ¡oh poeta! se pierden en la nada.

Con íntima tristeza miramos conmovidas,
con íntima dulzura miramos pesarosas,
nosotras -las eternas- vuestras caducas vidas,
nosotras -las radiantes- vuestras oscuras fosas.

El Hombre

¿Todo es olvido y muerte? Pasan gimiendo a solas
el mar con sus olajes, la tierra con sus hombres;
¿y al fin en mudas playas deshácense las olas,
y al fin en mudo olvido deshácense los nombres?

¿Y nada queda? ¿Y nada hacia lo eterno sube?
Decid, astros presentes a todo sufrimiento:
la ola evaporada forma un cendal de nube,
¿y el alma agonizante no asciende al firmamento?

¡No, estrellas compasivas! Hay eco a todo canto;
al decaer los pétalos, espárcese el perfume;
y como incienso humano que abrasa un fuego santo,
al cielo va el espíritu, si el cuerpo se consume.

Vendrá noche de siglos a todo cuanto existe;
y expirarán, en medio de hielos y amargura,
los últimos dos hombres sobre una roca triste,
las últimas dos olas sobre una playa oscura.

Y moriréis ¡oh estrellas! en el postrero día...
Mas flotarán espíritus con triunfadoras palmas;
y alumbrarán entonces la eternidad sombría,
sobre cenizas de astros, constelaciones de almas

LA CARRETA -

LA CARRETA - Victor Domingo Silva

Crujiendo, rechinando, quejándose de todo
se arrastra la carreta por sobre el polvo gris.
Ya ahoga hasta los ejes las ruedas en el lodo,
ya muele con las llantas los granos de maíz.

El campo se abochorna bajo la luz estiva,
las líricas chicharras rasuran su rabel,
i los bueyes de casta mirada pensativa
recogen tornasoles sobre su overa piel.

Miéntras las ruedas trazan dos rayas paralelas
i el mozo carretero masculla cantinelas
i en lluvia de oro caen los granos de maíz,
crujiendo, rechinando, quejándose de todo,
saltando en los guijarros, ahogándose en el lodo,
se arrastra la carreta por sobre el polvo gris.

Revientan las espigas i se desgrana el trigo
a cada tartaleo que la carreta da.
Pasa un pájaro hambriento, i el carretero,-“Amigo,
(le dice) allí usted tiene para un banquete ya!”

Revientan las espigas, se parten las mazorcas
i brillan como esmaltes bajo la luz solar....
Léjos, tras el cercado de látigos i de horcas
revuélcanse las yeguas cansadas de trillar.

¡Cómo brilla la paja de las enormes eras!
Parece un edificio de rubias cabelleras,
áureo vellon de espumas que hace estallar el sol.

I el carretero piensa: “Por Dios! si fuera mío...”
(El infeliz, probando la hartura del estío,
no olvida sus ayunos de pan o de alcohol.)

Miéntras las ruedas trazan dos rayas paralelas,
i el mozo carretero masculla cantinelas
i en lluvia de oro caen los granos de maíz,
crujiendo, rechinando, quejándose de todo,
brincando entre los baches, hundiéndose en el lodo,
se arrastra la carreta por sobre el polvo gris

Quince Años

Cumpliste los quince años, lindísima chiquilla,
ya bajas el vestido y al mundo vas a entrar,
y con fugaz sonrojo su cándida mejilla,
cuando te mira un joven se empieza a colorear.
Así a vivir comienzan las niñas agraciadas;
las miran y les gusta y empiezan a sentir,
y vienen las palabras detrás de las miradas,
y llenas de alegría las oyen repetir.
¡Cuidado! En torno tuyo risueños gavilanes,
con plumas de paloma ya empiezan a volar,
y al verte tan hermosa, te miran los galanes
como la abeja mira la flor que va a picar.
Dirán muchas cosas, dirán dichos bellos,
palabras seductoras de dulce vibración...
¡Ay, niña, no lo creas; sonríete de ellos,
pero a ninguno entregues tu virgen corazón..
Es cierto que eres linda, cual blanca mariposa
que liba en los jardines el cáliz de la flor;
pero hay otra belleza mil veces más preciosa,
belleza que en el alma derrama su esplendor.
De esta belleza pura tu frente es el reflejo,
virtud inmaculada, sublime sencillez;
y acaso cuando a solas te miras al espejo,
sonríes, ignorando que es ella la que ves.
¡Quince Años! Va cambiando la escena de tu vida,
absorta te detienes al borde de otro mar:
suavísima, olorosa, la brisa te convida,
y ves por blandas olas tu barca acariciar.
El cielo esparce luces, la tierra brota flores,
los ángeles te prestan su gracia celestial:
con himnos de ternura te arrullan los amores
y agitase de dicha tu seno virginal.
¿No es cierto que es muy bella la vida de los quince años?
El alma a todo presta su espléndido color:
¡doquier el mundo ofrece bellísimos engaños,
doquier se ven brotando las rosas del Amor!
¡OH, déjalas que broten y escoge las bellas,
sin arrancar las hojas del prístino botón;
Haz ramos y guirnaldas Y adórnate con ellas,
y entona con las aves del alma la canción!
¡Quince Años!, en el alma se siente un vago Anhelo,
extraña y dulce mezcla de gozo y de ansiedad;
Y es el amor que ya viene bajando desde el cielo,
y poco a poco llena de luz su Oscuridad.
Entonces en los ojos se aviva la mirada,
el corazón empieza más fuerte a palpitar;
el alma con otra alma se ve transfigurada
y vienen gratos sueños la mente acariciar.
¡Cuidado, pues oh , niña! Risueños los galanes,
mendigan ya el aroma de tu alma virginal,
Y en torno tuyo vuelan astutos gavilanes
cual vuelan las abejas en torno del panal.
Tan sólo si hay entre ellos una alma y pura,
que sepa comprenderte, que te ame con Pasión,
que en tu alma deposite tesoros de ternura,
entrégale a ella sola tu virgen corazón.

Como Dios manda.

Yo me casé por la iglesia,
me casé como Dios manda:
un ramito de azar
mustio sobre la solapa
santiguando los pecados
de un hombre que apunta canas.

Ella vestida de blanco
¡pureza certificada!
Una alfombra hasta la puerta,
órgano, misa, campanas,
y un anillo de oro
con una fecha grabada.

Pero fue lo que Dios quiso
por esa cosas que pasan
entre hombres y mujeres
que nadie puede explicarlas.

Ella torció su camino
de la noche a la mañana...
no sé si fueron razones
o fue un cariño que abraza;
pero a nadie...a nadie deseo
ese tormento que mata.

La duda entre ceja y ceja
como un cuchillo clavada,
viendo irse de las manos
algo que se nos escapa.

Nunca le hice reproche
ni le dije una palabra,
pero yo lo presentía,
que el corazón nunca engaña;
y un día.....nos separamos
y aquí la historia se acaba.

Y más solo que la una
me quedé solo en mi casa
con un silencio de muerte
y las puertas empestilladas.

Lo que pasé, Dios lo sabe,
hay penas que nunca se acaban.

Un día encontré a la otra....
¡La otra!... esa palabra
que sin tener filo muerde
y sin ser cuchillo mata.

La otra.....una mujer de la calle
con un corazón de oro
y una vergüenza en la cara....

Un cariño recio y hondo
fuerte como una muralla
trabajadora y sencilla,
alegre, risueña, casta;
leona pa´ defenderme
y una hormiga pa´ la casa.

¡Y a esa le llaman la otra!
como una espina que daña...
¡y es la que sufre conmigo
y es la que seca mis lágrimas
y se funde en mi alegría
igual que el oro en la fragua!

¡Sí...yo me casé por la Iglesia
me casé como Dios manda...!
Ella vestida de blanco...
"pureza certificada..."

La otra...ni se ha vestido de blanco
ni le han tocado campanas
ni le han prendido azahares
que a ella no le hacen falta
para ser pura y sencilla
como una fuente sellada...

Y aunque la llamen "la otra"
yo sé que es la mía ¡y basta!
Pero que nadie la toque,
nadie diga una palabra
que pueda ofender su nombre;
que nadie intente humillarla,
que me juego de hombre a hombre
y me mato cara a cara
con quien sea y donde sea.

Que si no tiene un anillo
con una fecha grabada,
yo le he regalado uno
con besos limpios, sin mancha,
y la he vestido de novia
con rayos de luna blanca...

Y aunque no es mi SEÑORA
ni le han tocado campanas
ni le han prendido azahares
Me quiere......¡como Dios manda!

El Cristo de Mi Cabecera

Cuando estaba solo… solo en mi cabaña,
que construí a la vera de la audaz montaña,
cuya cumbre, ha siglos engendró el anhelo
de romper las nubes… y tocar el cielo;
cuando sollozaba con el desconsuelo
de que mi Pastora - más que nunca huraña-
de mi Amor al grito nada respondía;
cuando muy enfermo de melancolía,
una voz interna siempre me decía
que me moriría
si su almita blanca para mí no fuera,
¡le rezaba al Cristo de mi cabecera,
porque me quisiera…!
¡porque me quisiera…!
………………………………
Cuando nos unimos con eternos lazos
y la pobrecita me tendió sus brazos
y me dio sus besos y alentó mi Fe;
cuando en la capilla de la Virgen Pura
nos bendijo el Cura
y el encanto vino y el dolor se fue…;
cuando me decía,
loca de alegría,
que su vida toda para mí sería…
¡le rezaba al Cristo de mi cabecera,
porque prolongara nuestra Primavera…!
…¡Porque prolongara nuestra Primavera…!

Cuando sin amparo me dejó en la vida
y en el pobre lecho la miré tendida;
cuando até sus manos, que mostraban una
santa y apacible palidez de luna
y corté su hermosa cabellera bruna,
que en el fondo guardo de mi viejo arcón;
cuando, con el alma rota en mil pedazos,
delicadamente la tomé en mis brazos
para colocarla dentro del cajón;
cuando muy enfermo de melancolía,
una voz interna siempre me decía
que ya ¡nada! me consolaría,
¡le rezaba al Cristo de mi cabecera,
porque de mis duelos compasión tuviera…!
…¡porque de mis duelos compasión tuviera…!
……………………………………….
Hoy que vivo solo… solo, en mi cabaña,
que construí a la vera de la audaz montaña.
cuya cumbre ha siglos engendró el anhelo
de romper las nubes y besar el cielo;
hoy que por la fuerza del Dolor, vencido,
busco en mi silencio mi rincón de Olvido;
mustias ya las flores de mi Primavera;
triste la Esperanza y el Encanto ido;
rota la Quimera,
muerta la Ilusión…
…¡Ya no rezo al Cristo de mi cabecera…!
¡Ya no rezo al Cristo … que jamás oyera
los desgarramientos de mi corazón

domingo, 26 de julio de 2009

LOS NIÑOS DE LA GUERRA

Manos sin cumplir aun los diez abriles,
ya empuñan metrallas y fusiles,
matando a soldadescas y a civiles,
niños martirizados y serviles.

… y sin embargo, son niños también;
de carne y hueso,
con deseos de jugar y ser traviesos.

Oh humanidad que miras a tus hijos
por las trincheras muertos
¿Qué será de los niños que juegan a las guerras?
¿Por que el deseo de matarnos todo el tiempo?

¡Que nos conteste el científico el secreto!
¡Que nos conteste el militar sangriento!
¡Que nos contesten los entupidos gobiernos!
¡Ellos quieren el fin! ¿Qué importa el hecho?
¿Qué importan los miles de harapientos?
¿Qué importa que el pueblo quede hambriento?
¿Qué importan los niños de este avanzado tiempo?
… Los niños de Guatemala.
… Los niños de El Salvador.
… Los niños de Honduras y Nicaragua.
… Los niños de nuestro México
que solo piden… amor

Eran niños aun… y así cayeron,
entregaron una vida que jamás vivieron,
quedaron como niños mártires ante los ciegos,
fueron experimentos útiles ante los sabios necios,
fueron carne de cañón para los mil gobiernos.
Esos seres que regados fueron por los suelos,
no merecieron ni un corto minuto de silencio,
ni siquiera un crucifijo oscuro y macilento,
ni una medalla al deber como inmortal recuerdo,
ni un escrito final, ni un monumento,
simplemente cayeron porque tenían que caer;
los niños de la guerra, de esa entupida guerra…
ya están muertos.

martes, 26 de mayo de 2009

Hay pobreza en mi rancho.

Yo vengo de un pobre rancho,
con hambre, sed y descalzo.
Me vine por el desierto,
entre pantanos y charcos.
Baje en busca de medicina
y pa´mendigar un taco;
porque allá de donde vengo
l´hambre nos está matando.

Nomás no hay maíz pa´tortillas
y leche, pos cada y cuando,
por a´i unos chiles verdes
y unos cuantos frijoles rancios.
Los chiquillos s´tan tripones
de lombrices y gusanos.
Vamos, que hasta los perros,
todos bien ñengos y flacos.

Las muchachas casaderas
con sus vestidos de blanco,
sus mejillas sonrosadas
pero sus ojos, llorando.
Salen dizque a dar la vuelta
y al galán andan buscando.
Ya no hay mozos que las miren:
se fueron pa´l otro lado.

Quedan en el caserío
a lo mejor unos cuantos.
¡Bah! La mayoría son ancianos
y uno que otro borracho.
Y las muchachas del pueblo,
solteras se están quedando:
o bien, desvisten borrachos
o se quedan pa´vestir santos.

Hay por a´i una parroquia
que se está destartalando
y un cura que a mi buen juicio
ha de tener como mil años.
Lo conoció mi abuelito
y entonces era un muchacho,
pero, ya esta está carcomido,
viejo, chueco y jorobado.

Eso sí, también está una cantina
donde caemos los sábados,
para ponernos bien “pingos”
con mezcal, pulque o “curado”.
Allí olvidamos las penas
manque sea tan sólo un rato;
cambiamos al mundo mil veces
y soñamos y soñamos.

También está la escuelita,
pos si así se le llama, a un cuarto
todo lleno de alacranes
que torean nuestros muchachos.
Con un pedacito de gis
y un pizarrón desgatado,
unos alumnos con hambre
y un maestro pobre y flaco.

Eso sí, l´entran duro al alfabeto
¡Se lo comen a pedazos!
Porque si no le inteligen
les dan sus buenos varazos.
El profe se pone muino
y los desoreja a ratos;
eso sí ¡Cómo los quiere!
Se le nota que es de abajo.

Les habla re te bonito
a los mocosos carajos,
y a´i los tiene sentaditos
con el hocico babeando.
Pelando tamaños ojos
y con ganas, escuchando.
Yo crioque en esos momentos
¡Qué bonito s´tan soñando!

Luego a nosotros nos habla
d´este México nostálgico.
Del derecho que tenemos
de querer paz y trabajo.
Que todos semos iguales,
ricos y pobres, hermanos.
Prietos y blancos ¡Qué importa!
Todos semos mexicanos.

Pero, por eso no quita l´hambre
que todos traemos colgando;
y allá en mi rancho tan pobre,
pos menos, si no hay trabajo.
Por eso viene corriendo,
por medicinas y un taco.
¡Deveritas, se lo juro!
¡Hay pobreza allá en mi rancho!

¡Qué tristeza la del indio!

Que triste y negra es la vida
del Indio que Dios no quiere,
que hasta en la iglesia lo hieren
cuando en domingo va a misa.
Entra si lleva camisa
y sombrero de paja, en mano;
al cacique lo llamará "amo"
y al señor cura, "Ilustrísima".

Caminará de puntitas
y hasta aquel rincón, rezando;
a su Dios padre implorando
con la mirada sumisa.
Y allí, plasmada en retablos,
las falacias de dulzura
y trás de todo esto, el Cura
que lo transformó en esclavo.

La Iglesia lo hizo cristiano
con latigazos de fe,
obligado a obedecer
las exigencias del "amo".
Y así, sus callosas manos
a Dios y al "amo" se dieron,
entre bautismos y miedos;
entre santones y diablos.

Que triste y negro destino
del Indio que muere aprisa,
y aún se revuelca de risa
viendo a su "amo", divertido.
Al burgués, que pagó en oro
el sudor de su camisa
y como todo buen fascista
¿Reclama a quién, su tesoro?

Y caminando de prisa,
al doctor busca en su casa;
a la hechicera, en la paja
y al señor Cura en la misa.
Para curar la camisa,
el doctor no tiene ciencia,
ni la hechicera, paciencia
y el Cura no lleva prisa.

... El Indio busca la muerte
que para su buena suerte,
llegó con una sonrisa.

¡SIEMBRA!

No importa que camines entre piedras
o te empolves en la tierra árida y seca;
o por donde pises, crezcan sólo hierbas:
prosigue tu camino hacia la meta.
Nada más por donde pases ¡Siembra!

No importa que a través de la vereda,
otros, critiquen tu mirar sereno
y tu lento caminar, no lo comprendan:
sigue firme en el trazo de tu anhelo.
Y sin volver la vista atrás ¡Tú, siembra!

No importa la mentira, ni te ofendan
las injurias que al pasar, te lancen;
un día comprenderás que las contiendas
así como comienzan, se deshacen.
Tú sigue firme hasta el final ¡Y siembra!

No importa que a tu paso aprendas
lo duro que es andar en el camino;
hay mucho que ganar... cuando lo entiendas,
le tomarás más amor a tu destino.
Nada más, mientras lo piensas ¡Siembra!

No importa si a tu paso no hay ofrenda;
si llegas al final ¡Esa es tu suerte!
¡Triunfó tu voluntad en la contienda!
Y así, esperarás con dignidad, la muerte.
Pero, un minuto antes de morir... ¡Tú siembra!

Regala flores

Regala flores

Cuando sientas el alma entristecida
y a tu rostro, la pena amarga florece;
date un regalo excepcional en vida:
ama a tu mundo y regala flores.
Si en tu camino encuentras tierra yerma
y ausencia total de magníficos olores;
da gracias al Señor ¡No temas!
Es tu oportunidad ¡Tú siembra flores!

Cuando en el bosque te atrape su espesura
y no escuches los trinos de los pájaros cantores
sintiendo que la soledad te abruma;
eleva tu autoestima y riega flores.
Si en tu peregrinar por vastos lares
encuentras mil odios y temores;
lleva humildad a esos lugares
y enséñalos a amar, sembrando flores.

Cuando sientas la luz sobre tu pecho
porque a tu puerta tocaron los amores,
serás hombre feliz ¡Dalo por hecho!
Llena tu hogar con hijjos... ¡También con flores!
Si con el tiempo se fueron de tu lado
y provocaron en ti, fuertes dolores;
con fortaleza, humildad, hazlos a un lado
y con amor fraterno... ¡Cultiva flores!
Cuando llegue el final de tu destino
y de tu vida no queden resplandores
recibirás lo que te hayas merecido:
si flores siembras... te colmarán de flores.
Y así, en el sepulcro donde estés inerte,
alejado de envidias y rencores,
habrá a tu alrededor por siempre ¡Siempre!
Todo una eternidad... ¡Miles de flores!

"El hambre no tiene rostro"

De la antología poética "El hambre no tiene rostro" del profesor Fidencio Escamilla Cervantes, el siguiente poema:

Hay pobreza en mi rancho.

Yo vengo de un pobre rancho,
con hambre, sed y descalzo.
Me vine por el desierto,
entre pantanos y charcos.
Baje en busca de medicina
y pa´mendigar un taco;
porque allá de donde vengo
l´hambre nos está matando.

Nomás no hay maíz pa´tortillas
y leche, pos cada y cuando,
por a´i unos chiles verdes
y unos cuantos frijoles rancios.
Los chiquillos s´tan tripones
de lombrices y gusanos.
Vamos, que hasta los perros,
todos bien ñengos y flacos.

Las muchachas casaderas
con sus vestidos de blanco,
sus mejillas sonrosadas
pero sus ojos, llorando.
Salen dizque a dar la vuelta
y al galán andan buscando.
Ya no hay mozos que las miren:
se fueron pa´l otro lado.

Quedan en el caserío
a lo mejor unos cuantos.
¡Bah! La mayoría son ancianos
y uno que otro borracho.
Y las muchachas del pueblo,
solteras se están quedando:
o bien, desvisten borrachos
o se quedan pa´vestir santos.

Hay por a´i una parroquia
que se está destartalando
y un cura que a mi buen juicio
ha de tener como mil años.
Lo conoció mi abuelito
y entonces era un muchacho,
pero, ya esta está carcomido,
viejo, chueco y jorobado.

Eso sí, también está una cantina
donde caemos los sábados,
para ponernos bien “pingos”
con mezcal, pulque o “curado”.
Allí olvidamos las penas
manque sea tan sólo un rato;
cambiamos al mundo mil veces
y soñamos y soñamos.

También está la escuelita,
pos si así se le llama, a un cuarto
todo lleno de alacranes
que torean nuestros muchachos.
Con un pedacito de gis
y un pizarrón desgatado,
unos alumnos con hambre
y un maestro pobre y flaco.

Eso sí, l´entran duro al alfabeto
¡Se lo comen a pedazos!
Porque si no le inteligen
les dan sus buenos varazos.
El profe se pone muino
y los desoreja a ratos;
eso sí ¡Cómo los quiere!
Se le nota que es de abajo.

Les habla re te bonito
a los mocosos carajos,
y a´i los tiene sentaditos
con el hocico babeando.
Pelando tamaños ojos
y con ganas, escuchando.
Yo crioque en esos momentos
¡Qué bonito s´tan soñando!

Luego a nosotros nos habla
d´este México nostálgico.
Del derecho que tenemos
de querer paz y trabajo.
Que todos semos iguales,
ricos y pobres, hermanos.
Prietos y blancos ¡Qué importa!
Todos semos mexicanos.

Pero, por eso no quita l´hambre
que todos traemos colgando;
y allá en mi rancho tan pobre,
pos menos, si no hay trabajo.
Por eso viene corriendo,
por medicinas y un taco.
¡Deveritas, se lo juro!
¡Hay pobreza allá en mi rancho!

domingo, 26 de abril de 2009

Carta a mi madre

Miguel Ángel Menéndez Reyes


Diciembre de 1926

Madrecita linda:

Todos mis cariños se dispersan,
y todos mis rosales se deshojan,
y todas las fragancias se me alejan.

Sólo me quedas tú, piadosa y blanca,
como nombre de amor entre mis quejas,
como hilo de agua en el desierto,
como rosa de luz entre la selva…

Eres igual a un árbol cuya fronda
llena de nidos nos protege y canta.

Madrecita linda:

Tus lágrimas se han vuelto gemas;
deja que las engarce yo
en el hilo de oro de un poema
y hacer así un collar para tu amor.

Paquito

Cubierto de jiras,
al ábrego hirsutas
al par que las mechas
crecidas y rubias,
el pobre chiquillo
se postra en la tumba,
y en voz de sollozos
revienta y murmura:
«Mamá, soy Paquito;
no haré travesuras».

Y un cielo impasible
despliega su curva.

«¡Qué bien que me acuerdo!
La tarde de lluvia;
las velas grandotas
que olían a curas;
y tú en aquel catre
tan tiesa, tan muda,
tan fría, tan seria,
y así tan rechula!
Mamá, soy Paquito;
no haré travesuras».

Y un cielo impasible
despliega su curva.

«Buscando comida,
revuelvo basura.
Si pido limosna,
la gente me insulta,
me agarra la oreja,
me dice granuja,
y escapo con miedo
de que haya denuncia.
Mamá, soy Paquito;
no haré travesuras».

Y un cielo impasible
despliega su curva.

«Los otros muchachos
se ríen, se burlan,
se meten conmigo,
y a poco me acusan
de pleito al gendarme
que viene a la bulla;
y todo, porque ando
con tiras y sucias.
Mamá, soy Paquito;
no haré travesuras».

Y un cielo impasible
despliega su curva.

«Me acuesto en rincones
solito y a obscuras.
De noche, ya sabes,
los ruidos me asustan.
Los perros divisan
espantos y aúllan.
Las ratas me muerden,
las piedras me punzan...
Mamá, soy Paquito;
no haré travesuras».

Y un cielo impasible
despliega su curva.

«Papá no me quiere.
Está donde juzga
y riñe a los hombres
que tienen la culpa.
Si voy a buscarlo,
él bota la pluma,
se pone muy bravo,
me ofrece una tunda.
Mamá, soy Paquito;
no haré travesuras».

Y un cielo impasible
despliega su curva.

Balada Catalana

Vicente Balaguet

Rugiente pasión ardía
en el alma del doncel;
fuera de Ella nada había
en el mundo, para él.

-¡Lo que a tu capricho cuadre
-dijo a su amada- lo haré;
si las joyas de mi madre
me pides, te las daré.

Y ella, infame como hermosa,
dijo en horrible fruición:
-¿Sus joyas? ¡Son poca cosa!
¡Yo quiero su corazón!

En fuego impuro él ardiendo
hacia su madre corrió
y al punto su pecho abriendo
el corazón le arrancó.

Tan presuroso volvía
la horrible ofrenda a llevar,
que, tropezando en la vía,
fue por el suelo a rodar.

Y brotó un acento blando
del corazón maternal,
al ingrato preguntando:
-Hijo, ¿no te has hecho mal?

jueves, 29 de enero de 2009

LA BAJADA DEL CALVARIO

MARCOS RAFAEL BLANCO BELMONTE


Por los caminos de la Amargura
(piedras de sangre, polvo de llanto)
por el sendero de los
dolores largos, muy largos...,
sin un gemido, sin un sollozo
vuelve la Madre desde el Calvario.
Toda silencio. Mortal silencio
sella sus labios;
la frente inclina con el agobio
de su quebranto,
y en lo más hondo del alma-cielo
lleva la imagen del Hijo amado.
Y ella lo ha visto sufrir la befa
del populacho...
y era la carne de sus entrañas
la que en el leño miró sangrando...
Y así le duelen en las entrañas
los martillazos...
Y así agoniza... Que su Hijo ha muerto
crucificado.


La Madre avanza por el camino
(piedras de sangre, polvo de llanto),
y temblorosa baja el sendero
por Jesucristo santificado...
Y entre las huellas busca la huella
de aquellos pasos
que abrieron surcos de luz divina
mientras el Mártir, agonizando
se desplomaba bajo el madero
y con la angustia del fin cercano,
llora la Madre cuando desciende
desde el Calvario...
Para su pena no existe olvido,
tregua ni bálsamo...
Y si remembra la dulce infancia
del Adorado,
y si memora su hogar dichoso,
y si recuerda los tiernos brazos
que de su cuello fueron caricia...
tiembla en congoja de fiero espanto.
Porque su Niño, siendo inocente,
sufrió el castigo de los malvados;
porque está rota su santa vida;
porque sus brazos
ya no se mueven, ya no bendicen,
y ya no siembran sin un descanso
el pan sublime de las verdades
que lo divino puso en lo humano.
Sin un sollozo, sin un gemido,
baja la Madre desde el Calvario...
En lo más puro de sus entrañas,
la cruz del Mártir se le ha clavado;
y en lo más hondo de sus pupilas
y en su recuerdo lleva sangrado
la cruz del Hijo,
del Bienamado,
que de la vida pasó a la muerte
con la sonrisa siempre en los labios.
Y cuando baja la Dolorosa
(mustia azucena, lirio tronchado),
cuando vacila por el sendero
largo, muy largo...,
pobres mujeres la compadecen,
santas mujeres siguen sus pasos,
y alguien murmura:
-Ved a la Madre
del suplicado;
esa es la Madre del Nazareno,
que hoy ha sufrido muerte y escarnio.
Siempre en silencio llora la Madre,
y hay en su llanto
misericordia por los que sufren,
por los que viven siempre llorando,
por cuantas madres haya en el mundo
que a un hijo miren sacrificado
sobre la cumbre de su Calvario...
¡Y por la Madre del Nazareno
qué pocas madres derraman llanto!


···········


Sin un sollozo, sin un gemido,
mustia la frente, mudos los labios,
como una imagen de eterna angustia
vuelve la Madre desde el Calvario.

El violín de Yanko

MARCOS RAFAEL BLANCO BELMONTE

Madre la selva canta,
y canta el bosque y canta la llanura,
y el roble que a las nubes se levanta,
y la flor que se dobla en la espesura,
y canta y juega el viento en el camino,
y en el rubio trigal las amapolas,
y en el cauce el arrollo cristalino,
y los troncos, los tallos, las corolas,
la tierra, el cielo azul, la mar gigante
y las hierbas que bordan el barranco.
Madre, es una canción dulce y vibrante,
que a Yanko llega y que comprende Yanko.

Era Yanko un chicuelo,
más rubio y sonrosado que la aurora,
con los ojos tan puros como el cielo
y el alma cual de artista soñadora.
La música del campo lo atraía...,
adivinaba un himno en los rumores,
que el viento recogía
al besar los arbustos y las flores,
y en el gorjeo matinal del ave,
y en el silencio de la noche grave
y en cáliz gentil de la violeta,
hallaba una canción tierna y sin nombre,
la canción sacrosanta del poeta
que apenas puede comprender el hombre.

Siempre que del mesón en la cocina
brotaban los armónicos raudales
de un violín cuya nota cristalina
es dulce cual la miel de los panales,
él escuchaba con sublime encanto
esa canción de arrullador cariño,
y con los ojos húmedos de llanto,
"quién tuviera un violín ", pensaba el niño.

La voluntad emperatriz altiva,
prestó a Yanko inventiva
para hacer un violín débil, crujiente,
cual hecho de un caballo con las crines
y con ramas de verdes limoneros;
violín tan semejante a los violines
como un trozo de vidrio a los luceros…
Mas, ¡ay!, en tal violín fue el llanto queja,
y fue la queja destemplado grito:
¡cual ruiseñor no gime la corneja
ni anida la endecha seductora
en un violín que llora cuando canta,
en un violín que chilla cuando llora!

Una noche estival toda fulgores,
al entreabrir sus párpados el cielo,
y al entornar sus cálices las flores,
arriesgóse el chicuelo
a entrar en la cocina,
y a impulsos de sus ansias ideales
tomó el rico violín de voz perlina
y le arrancó torrentes musicales.
Los peones: "al ladrón", despavoridos
gritaron, despertándose del sueño
y sordos a los ruegos y gemidos,
feroces maltrataron al pequeño.

Agonizaba Yanko. En su agonía,
Febril y estertoroso, repetía:
"Madre la selva canta,
y canta el bosque y canta la llanura,
y el roble que a las nubes se levanta,
y la flor que se dobla en la espesura,
y las alondras al emprender el vuelo,
y las hierbas que bordan el barranco".
Y al expirar el niño, en noble anhelo,
Dijo: "¿Verdad, mamita, que en el cielo
Dios le dará un violín al pobre Yanko?

domingo, 25 de enero de 2009

EL SEMINARISTA DE LOS OJOS NEGROS

Poemas de Miguel Ramos Carrión

Desde la ventana de un casucho viejo
abierta en verano, cerrada en invierno
por vidrios verdosos y plomos espesos,
una salmantina de rubio cabello
y ojos que parecen pedazos de cielo,
mientas la costura mezcla con el rezo,
ve todas las tardes pasar en silencio
los seminaristas que van de paseo.

Baja la cabeza, sin erguir el cuerpo,
marchan en dos filas pausados y austeros,
sin más nota alegre sobre el traje negro
que la beca roja que ciñe su cuello,
y que por la espalda casi roza el suelo.

Un seminarista, entre todos ellos,
marcha siempre erguido, con aire resuelto.
La negra sotana dibuja su cuerpo
gallardo y airoso, flexible y esbelto.
Él, solo a hurtadillas y con el recelo
de que sus miradas observen los clérigos,
desde que en la calle vislumbra a lo lejos
a la salmantina de rubio cabello
la mira muy fijo, con mirar intenso.
Y siempre que pasa le deja el recuerdo
de aquella mirada de sus ojos negros.
Monótono y tardo va pasando el tiempo
y muere el estío y el otoño luego,
y vienen las tardes plomizas de invierno.

Desde la ventana del casucho viejo
siempre sola y triste; rezando y cosiendo
una salmantina de rubio cabello
ve todas las tardes pasar en silencio
los seminaristas que van de paseo.

Pero no ve a todos: ve solo a uno de ellos,
su seminarista de los ojos negros;
cada vez que pasa gallardo y esbelto,
observa la niña que pide aquel cuerpo
marciales arreos.

Cuando en ella fija sus ojos abiertos
con vivas y audaces miradas de fuego,
parece decirla: —¡Te quiero!, ¡te quiero!,
¡Yo no he de ser cura, yo no puedo serlo!
¡Si yo no soy tuyo, me muero, me muero!
A la niña entonces se le oprime el pecho,
la labor suspende y olvida los rezos,
y ya vive sólo en su pensamiento
el seminarista de los ojos negros.

En una lluviosa mañana de inverno
la niña que alegre saltaba del lecho,
oyó tristes cánticos y fúnebres rezos;
por la angosta calle pasaba un entierro.

Un seminarista sin duda era el muerto;
pues, cuatro, llevaban en hombros el féretro,
con la beca roja por cima cubierto,
y sobre la beca, el bonete negro.
Con sus voces roncas cantaban los clérigos
los seminaristas iban en silencio
siempre en dos filas hacia el cementerio
como por las tardes al ir de paseo.

La niña angustiada miraba el cortejo
los conoce a todos a fuerza de verlos...
tan sólo, tan sólo faltaba entre ellos...
el seminarista de los ojos negros.

Corriendo los años, pasó mucho tiempo...
y allá en la ventana del casucho viejo,
una pobre anciana de blancos cabellos,
con la tez rugosa y encorvado el cuerpo,
mientras la costura mezcla con el rezo,
ve todas las tardes pasar en silencio
los seminaristas que van de paseo.

La labor suspende, los mira, y al verlos
sus ojos azules ya tristes y muertos
vierten silenciosas lágrimas de hielo.

Sola, vieja y triste, aún guarda el recuerdo
del seminarista de los ojos negros...

Dios!

Autor: Miguel de Unamuno



Señor, Señor, ¿por qué consientes
que te nieguen ateos?
¿Por qué, Señor, no te nos muestras
sin velos, sin engaños?
¿Por qué, Señor, nos dejas en la duda,
duda de muerte?
¿Por qué te escondes?

¿Por qué encendiste en nuestro pecho el ansia
de conocerte,
el ansia de que existas,
para velarte así a nuestras miradas?
¿Dónde estás, mi Señor; acaso existes?

¿Eres Tú creación de mi congoja,
o lo soy tuya?
¿Por qué, Señor, nos dejas
vagar sin rumbo
buscando nuestro objeto?
¿Por qué hiciste la vida?
¿Qué significa todo, qué sentido
tienen los seres?

¿Cómo del poso eterno de las lágrimas,
del mar de las angustias,
de la herencia de penas y tormentos
no has despertado?
Señor, ¿por qué no existes?
¿Dónde te escondes?

Te buscamos y te hurtas,
te llamamos y callas,
te queremos y Tú, Señor, no quieres
decir: ¡vedme, mis hijos!

Una señal, Señor, una tan sólo,
una que acabe
con todos los ateos de la tierra;
una que dé sentido
a esta sombría vida que arrastramos.
¿Qué hay más allá, Señor, de nuestra vida?

Ve, ya no puedo más, Señor,
de aquí no sigo,
aquí me quedo,
yo ya no puedo más, ¡oh Dios sin nombre!

Ya no te busco,
ya no puedo moverme, estoy rendido;
aquí, Señor, te espero,
aquí te aguardo,
en el umbral, tendido, de la puerta
cerrada con tu llave.

Yo te llamé, grité, lloré afligido,
te di mil voces;
llamé y no abriste,
no abriste a mi agonía;
aquí, Señor, me quedo,
sentado en el umbral como un mendigo
que aguarda una limosna;
aquí te aguardo.

Tú me abrirás la puerta cuando muera,
la puerta de la muerte,
y entonces la verdad veré de lleno,
sabré si Tú eres
o dormiré en la tumba.

Donde haya un arbol que plantar..

Autor: Gabriela Mistral




"Donde haya un árbol que plantar,
plántalo tú;
donde haya un error que enmendar,
enmiéndalo tú;
donde haya un esfuerzo
que todos esquiven,
acéptalo tú.

Sé el que aparta el camino la piedra,
el odio de los corazones y
las dificultades del problema.

Hay la alegría de ser sano y justo;
pero hay,
sobre todo,
la inmensa alegría de servir.

¡Que triste sería el mundo
si en él todo estuviera hecho!
Si no hubiera un rosal que plantar,
una empresa que emprender.

No caigas en el error de pensar
que sólo se hacen méritos
con los grandes trabajos.

Hay pequeños servicios,
preciosos a los ojos de Dios:
barrer la casa,
recoger basura,
poner una mesa,
ordenar unos libros.....

El servir no es una faena de esclavos.

Dios,
que es todo poderoso sirve,
y nos enseña a servir.

Servir al pobre,
al niño, al enfermo,
al débil, al anciano,
a todos los necesitados,
es servir a DIOS".

Donde estás, Señor!

Autor:




¿DONDE ESTAS ?...
Te grité aquella mañana
temblando de dolor ... desesperado
y mi tristeza se elevó hecha grito
en la tranquila paz de tu Sagrario .

¿DONDE ESTAS ?..
Volví a gritar con voz más fuerte
quebradas las barreras de mi llanto
¡No puedo soportar este silencio !
¿DÓNDE ESTAS MI SEÑOR !...
¡Te estoy buscando!

“¡AQUÍ ESTOY !...
gritaste en mi conciencia……
y un mendigo cubierto con harapos
me vino a visitar en mis recuerdos
cargando su silencio resignado...
En su mano tendida había trizteza
en su mirada mucho de cansancio
caminando las calles de la vida
¡Cuántas veces sin verlo lo he cruzado !

“¡AQUÍ ESTOY !”...
repetiste con voz firme
y recordé aquel niño abandonado
que acurrucado en el banco de una plaza
encontré esta mañana tiritando...
Aunque era un niño descubrí en sus ojos
la dolida mirada de un anciano
cansado ya de haberlo visto todo
aunque había vivido pocos años .

“¡AQUÍ ESTOY !”..
y recordé de pronto
el andar vacilante del borracho
que con paso inseguro por las calles
andaba su bochorno y su cansancio .

“¡AQUÍ ESTOY !”...
y vino a mi memoria
la mirada perdida del muchacho
que buscaba en el mundo de las drogas
las sensaciones que aún no había encontrado

“¡AQUÍ !”...dijiste y yo cerré mis ojos
recordando los ojos de cansancio
de aquella prostituta que en las noches
traficaba su cuerpo manoseado .

“¡AQUÍ !”...agregaste y recordé al hambriento
revolviendo los tachos del mercado
buscando mitigar su hambre de siglos
en los restos que otros hombres despreciaron.

“¡AQUÍ!”..gritaste y vino a mi memoria
la cama del enfermo abandonado ...
el jadeante respirar del perseguido
el llanto sordo del desheredado...
La vergüenza de los hijos naturales
el estéril clamor del condenado
que fueron de los vientres arrancados.

“¿DÓNDE ESTOY has venido a preguntarme?
¡AQUÍ ESTOY !...en el dolor de tus hermanos.

¡Deja de contentarte, reviviendo
en los artísticos cuadros mi calvario !
Yo cargo con dolor todos los días,
la dura cruz de los desheredados,
continúo sufriendo en los que sufren
y en su sangre me sigo desangrando...”

“¡Quita mi imagen de la cruz que llevas,
de las imágenes sin vida estoy cansado!

¡Cansado estoy del arte de los hombres
que al mundo siempre me han mostrado!
Yo acepté libremente mi designio
y a la cruz fui a morir enamorado.
¡Pero he resucitado al tercer día
y entre mi gente sigo caminando!”

“¡Yo no soy un pedazo de madera
ni una estatua de yeso coloreado !
Yo vivo en el dolor y el sufrimiento
de aquellos que los hombres marginaron!
andando los caminos de esta vida
revivo día a día mi calvario
¡Mil veces me torturan y me matan
en el diario sufrir de tus hermanos !”
“ También estoy aquí...dentro del templo
en donde ésta mañana me has buscado,
pero es hora que aprendas a encontrarme
en los que viven su Vía Crucis a tu lado...

Cuando me hayas encontrado en cada uno
y en ellos ... viéndome me hayas amado...
puedes buscarme aquí...ten bien seguro...

Que en el Sagrario
siempre te estaré ESPERANDO”
Dulce Vejez

Autor:



También la vejez tiene horas bellas,
como tienen las tardes sus celajes,
como tienen las noches sus estrellas.
Dios no olvida a los ancianos,
El se regocija por las cosas bellas
que no cesan de brindarnos.

El hombre no deja de reír cuando envejece.
envejece cuando deja de reír.
Todo mundo ha sido joven,
pero no todos llegan a viejos.
es un privilegio de quien ha sabido
conducirse, gracias a buenos consejos.

En vez de lamentar que las rosas tienen espinas,
alegrémonos que las espinas estén coronadas de rosas,
¿Porqué, que es el anochecer sino un atardecer huyendo
¿y que es el amanecer sino la esperanza de la luz renaciendo?
Disfruta este día. Mañana también
y siempre haz lo mismo.

Que el resplandor de tu sonrisa y tu mirar
iluminen tus manos al saludar.
Seamos más afectuosos al despedirnos, porque,
quien sabe si nos volvamos a mirar....
Mientras haya luz en tu mirada
nadie notará tu piel cansada,
mientras haya amor en tu corazón
siempre Dios pondrá en ti una nueva ilusión.

Crece con la edad como crecen las sombras cuando el sol declina,
y surge al mundo potente como el día cuando la noche termina.
Envejezcamos con una actitud amable y tolerante,
que dé testimonio de una vida fecunda e importante.
La vida es una antorcha que debemos hacer arder tanto como sea posible,
en toda oportunidad sin dejar que el dolor nos ahogue en el mar de la
adversidad.

Muchos envejecen tan sólo por abandonar sus ideales,
nunca abandones los tuyos, lucha contra todos tus males.
Y tu vejez será la más dulce y viva experiencia,
de haber vivido dignamente tu propia existencia
y tu Dios te guardará eternamente junto a su presencia...!!!!!!

LA GOTA DE HIEL

IGNACIO RODRIGUEZ GALVAN

¡Jehovah! Jehovah, tu cólera me agobia!
¿Por qué la copa del martirio llenas?
Cansado está mi corazón de penas.
Basta, basta, Señor.
Hierve incendiada por el sol de Cuba
Mi sangre toda y de cansancio expiro,
Busco la noche, y en el lecho aspiro
Fuego devorador.

¡A, la fatiga me adormece en vano!
Hondo sopor de mi alma se apodera
¡y siéntanse a mi pobre cabecera
la miseria, el dolor!
Roncos gemidos que mi pecho lanza
Tristes heraldos son de mis pesares,
Ay a mi mente descienden a millares
Fantasmas de terror.

¡Es terrible tu cólera, terrible
Jehovah, suspende tu venganza fiera
O dame fuerzas, oh Señor, siquiera
Para tanto sufrir.
Incierta vaga mi extraviada mente,
Busco y no encuentro la perdida ruta,
Sólo descubro tenebrosa gruta
Donde acaba el vivir.

Yo sé, Señor que existes, que eres justo,
Que está a tu vista el libro del destino,
Y que vigilas el triunfal camino
Del hombre pecador.
Era tu voz la que en el mar tronaba
Al ocultarse el sol en occidente,
Cuando una ola rodaba tristemente
Con extraño fragor.

Era tu voz y la escuché temblando.
Clavóse un tanto mi tenaz dolencia
Yo adoré tu divina omnipotencia
Como cristiano fiel.
¡Ay, tú me ves Señor! Mi triste pecho
cual moribunda lámpara vacila,
y en él la suerte sin cesar destila
una gota de hiel.

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ADIÓS, OH PATRIA MÍA

IGNACIO RODRIGUEZ GALVAN

Alegre el marinero
en voz pausada canta,
y el ancla ya levanta
con extraño rumor.
De la cadena al ruido
me agita pena impía
Adiós, oh patria mía,
adiós, tierra de amor.

El barco suavemente
se inclina y se remece,
y luego se estremece
a impulso del vapor.
Las ruedas son cascadas
de blanca argentería.
Adiós, oh patria mía,
adiós, tierra de amor.

Sentado yo en la popa
contemplo el mar inmenso,
y en mi desdicha pienso
y en mi tenaz dolor.
A ti mi suerte entrego,
a ti, Virgen María.
Adiós, oh patria mía,
adiós, tierra de amor.
De fuego ardiente globo
en las aguas se oculta:
una onda lo sepulta
rodando con furor.
Rugiendo el mar anuncia
que muere el rey del día.
Adiós, oh patria mía,
adiós, tierra de amor.

Las olas, que se mecen
como el niño en su cuna,
retratan de la luna
el rostro seductor.
Gime la brisa triste
cual hombre en agonía.
Adiós, oh patria mía,
adiós, tierra de amor.

Del astro de la noche
un rayo blandamente
resbala por mi frente
rugada de dolor.
Así como hoy la luna
en México lucía.
Adiós, oh patria mía,
adiós, tierra de amor.

¡En México! . . . ¡Oh memoria! . . .
¿Cuándo tu rico suelo
y a tu azulado cielo
veré, triste cantor?
Sin ti, cólera y tedio
me causa la alegría.
Adiós, oh patria mía,
adiós, tierra de amor.

Pienso que en tu recinto
hay quien por mí suspire,
quien al oriente mire
buscando a su amador.
Mi pecho hondos gemidos
a la brisa confía.
Adiós, oh patria mía,
adiós, tierra de amor.

IGNACIO RODRIGUEZ GALVAN

A LA MUERTE DE MI AMIGO

¿Por qué, el aire surcando,
dilatándose del bronce los sonidos;
y sin cesar vibrando
llegan a mis oídos
profundos y tristísimos gemidos?

¿Por qué de muerte el canto
en torno de ese féretro resuena?
¿Por qué el fúnebre llanto?
¿Por qué la amarga pena,
los cirios, y el clamor que el aire llena?

Te miro ante mis ojos
postrado sin aliento, amigo mío;
y sobre tus despojos
su manto negro y frío
tiende la muerte con placer impío.

Y en alas de querubes,
envuelta tu alma en esplendente velo,
y entre rosadas nubes
deja el impuro suelo,
y blandamente se remonta al cielo.

¡Oh, quién te acompañara!,
y ese mundo feliz que habitas hora
contigo disfrutara,
y la paz seductora
que, sin turbarse, en él eterno mora.

En mi patria no viera
sangre correr por la ciudad y llanos,
y que entre rabia fiera
hermanos con hermanos
hasta hundirse el puñal pugnan insanos.

Ni viera la perfidia
de nación, que risueña nos abraza,
y bramando de envidia
luego nos amenaza
y en su mente infernal nos despedaza.

Ni viera hombres malvados,
que sin temer de Dios el alto juicio,
de la ambición guiados
y el deshonroso vicio,
despeñan mi nación al precipicio.

Ni con feroz despecho
la miseria, elevándose espantosa,
cerrar contra su pecho
la humanidad quejosa
y devorar sus lágrimas ansiosa.

Y el luto y exterminio,
en pos del hambre descarnada y yerta,
extender su dominio
sobre su tierra muerta,
y a la peste letal abrir la puerta.
Feliz mi caro amigo,
feliz mil veces tú, que ya en el mundo
el dolor enemigo
con brazo furibundo
no rompe tus entrañas iracundo.

Dichoso tú, que vives
entre el gozo, la paz, la bienandanza
y no, cual yo, recibes
de amor sin esperanza
zozobras y martirios sin mudanza.

Y no sientes el yugo
de la suerte pesar sobre tu cuello,
ni el hombre es tu verdugo,
ni con ansia un destello
buscas de la verdad, sin poder vello.

Cuando el mundo habitabas,
con la voz de amistad consoladora
las penas aliviabas
de tu amigo, que ahora
hundido en e1 pesar tu ausencia llora.

A1 escuchar tus cantos,
do la razón brillaba y la poesía,
celestiales encantos
mi corazón sentía,
y en su mismo dolor se adormecía.

Si a tu alma por ventura
le es permitido descender al suelo,
cuando la noche oscura
me traiga el desconsuelo
ven a elevar mi pensamiento al cielo.

De mi agitado sueño
las escenas de horror benigno ahuyenta;
la imagen de mi dueño
en vez de ellas presenta,
y haz que tu grata voz mi oído sienta.

ODA I

FRAY LUIS DE LEON

¡Qué descansada vida
la del que huye del mundanal ruïdo,
y sigue la escondida
senda, por donde han ido
los pocos sabios que en el mundo han sido;

Que no le enturbia el pecho
de los soberbios grandes el estado,
ni del dorado techo
se admira, fabricado
del sabio Moro, en jaspe sustentado!

No cura si la fama
canta con voz su nombre pregonera,
ni cura si encarama
la lengua lisonjera
lo que condena la verdad sincera.

¿Qué presta a mi contento
si soy del vano dedo señalado;
si, en busca deste viento,
ando desalentado
con ansias vivas, con mortal cuidado?

¡Oh monte, oh fuente, oh río,!
¡Oh secreto seguro, deleitoso!
Roto casi el navío,
a vuestro almo reposo
huyo de aqueste mar tempestuoso.

Un no rompido sueño,
un día puro, alegre, libre quiero;
no quiero ver el ceño
vanamente severo
de a quien la sangre ensalza o el dinero.

Despiértenme las aves
con su cantar sabroso no aprendido;
no los cuidados graves
de que es siempre seguido
el que al ajeno arbitrio está atenido.

Vivir quiero conmigo,
gozar quiero del bien que debo al cielo,
a solas, sin testigo,
libre de amor, de celo,
de odio, de esperanzas, de recelo.

Del monte en la ladera,
por mi mano plantado tengo un huerto,
que con la primavera
de bella flor cubierto
ya muestra en esperanza el fruto cierto.

Y como codiciosa
por ver y acrecentar su hermosura,
desde la cumbre airosa
una fontana pura
hasta llegar corriendo se apresura.

Y luego, sosegada,
el paso entre los árboles torciendo,
el suelo de pasada
de verdura vistiendo
y con diversas flores va esparciendo.

El aire del huerto orea
y ofrece mil olores al sentido;
los árboles menea
con un manso ruïdo
que del oro y del cetro pone olvido.

Téngase su tesoro
los que de un falso leño se confían;
no es mío ver el lloro
de los que desconfían
cuando el cierzo y el ábrego porfían.

La combatida antena
cruje, y en ciega noche el claro día
se torna, al cielo suena
confusa vocería,
y la mar enriquecen a porfía.

A mí una pobrecilla
mesa de amable paz bien abastada
me basta, y la vajilla,
de fino oro labrada
sea de quien la mar no teme airada.

Y mientras miserable-
mente se están los otros abrazando
con sed insacïable
del peligroso mando,
tendido yo a la sombra esté cantando.

A la sombra tendido,
de hiedra y lauro eterno coronado,
puesto el atento oído
al son dulce, acordado,
del plectro sabiamente meneado.

DECLARACIÓN DE ODIO

EFRAIN HUERTA

Estar simplemente como delgada carne ya sin piel,
como huesos y aire cabalgando en el alba,
como un pequeño y mustio tiempo
duradero entre penas y esperanzas perfectas.
Estar vilmente atado por absurdas cadenas
y escuchar con el viento los penetrantes gritos
que brotan del océano:
agonizantes pájaros cayendo en la cubierta
de los barcos oscuros y eternamente bellos,
o sobre largas playas ensordecidas, ciegas
de tanta fina espuma como miles de orquídeas.
Porque, ¡qué alto mar, sucio y maravilloso!
Hay olas como árboles difuntos,
hay una rara calma y una fresca dulzura,
hay horas grises, blancas y amarillas.

Y es el cielo del mar, alto cielo con vida
que nos entra en la sangre, dando luz y sustento
a lo que hubiera muerto en las traidoras calles,
en las habitaciones turbias de esta negra ciudad.
Esta ciudad de ceniza y tezontle cada día menos puro,
ciudad de acero, sangre y apagado sudor.

Amplia y dolorosa ciudad donde caben los perros,
la miseria y los homosexuales,
las prostitutas y la famosa melancolía de los poetas,
los rezos y las oraciones de los cristianos.

Sarcástica ciudad donde la cobardía y el cinismo son alimento diario
de los jovencitos alcahuetes de talles ondulantes,
de las mujeres asnas, de los hombres vados.

Ciudad negra o colérica o mansa o cruel,
o fastidiosa nada más: sencillamente tibia.

Pero valiente y vigorosa porque en sus calles viven los días rojos y azules
de cuando el pueblo se organiza en columnas,
los días y las noches de los militantes comunistas,
los días y las noches de las huelgas victoriosas,
los crudos días en que los desocupados adiestran su rencor
agazapados en los jardines o en los quicios dolientes.

¡Los días en la ciudad! Los días pesadísimos
como una cabeza cercenada con los ojos abiertos.
Estos días como frutas podridas.
Días enturbiados por salvajes mentiras.
Días incendiarios en que padecen las curiosas estatuas
y los monumentos son más estériles que nunca.

Larga, larga ciudad con sus albas como vírgenes hipócritas,
con sus minutos como niños desnudos,
con sus bochornosos actos de vieja díscola y aparatosa,
con sus callejuelas donde mueren extenuados, al fin,
los roncos emboscados y los asesinos de la alegría.

Ciudad tan complicada, hervidero de envidias,
criadero de virtudes desechas al cabo de una hora,
páramo sofocante, nido blando en que somos
como palabra ardiente desoída,
superficie en que vamos como un tránsito oscuro,
desierto en que latimos y respiramos vicios,
ancho bosque regado por dolorosas y punzantes lágrimas,
lágrimas de desprecio, lágrimas insultantes.

Te declaramos nuestro odio, magnifica ciudad.
A ti, a tus tristes y vulgarísimos burgueses,
a tus chicas de aire, caramelos y films americanos,
a tus juventudes ice cream rellenas de basura,
a tus desenfrenados maricones que devastan
las escuelas, la plaza Garibaldi,
la viva y venenosa calle de San Juan de Letrán.

Te declaramos nuestro odio perfeccionado a fuerza de sentirte cada día más inmensa,
cada hora más blanda, cada línea más brusca.

Y si te odiamos, linda, primorosa ciudad sin esqueleto,
no lo hacemos por chiste refinado, nunca por neurastenia,
sino por tu candor de virgen desvestida,
por tu mes de diciembre y tus pupilas secas,
por tu pequeña burguesía, por tus poetas publicistas,
¡por tus poetas, grandísima ciudad!, por ellos y su enfadosa categoría de descastados,
por sus flojas virtudes de ocho sonetos diarios,
por sus lamentos al crepúsculo y a la soledad interminable,
por sus retorcimientos histéricos de prometeos sin sexo
o estatuas del sollozo, por su ritmo de asnos en busca de una flauta.

Pero no es todo, ciudad de lenta vida.

Hay por ahí escondidos, asustados, acaso masturbándose,
varias docenas de cobardes, niños de la teoría,
de la envidia y el caos, jóvenes del "sentido práctico de la vida",
ruines abandonados a sus propios orgasmos,
viles niños sin forma mascullando su tedio,
especulando en libros ajenos a lo nuestro.

¡A lo nuestro, ciudad, lo que nos pertenece,
lo que vierte alegría y hace florecer júbilos,
risas, risas de gozo de unas bocas hambrientas,
hambrientas de trabajo,
de trabajo y orgullo de ser al fin varones
en un mundo distinto!

Así hemos visto limpias decisiones que saltan
paralizando el ruido mediocre de las calles,
puliendo caracteres, dando voces de alerta,
de esperanza y progreso.

Son rosas o geranios, claveles o palomas,
saludos de victoria y puños retadores.
Son las voces, los brazos y los pies decisivos,
y los rostros perfectos, y los ojos de fuego,
y la táctica en vilo de quienes hoy te odian
para amarte mañana cuando el alba sea alba
y no chorro de insultos, y no río de fatigas,
y no una puerta falsa para huir de rodillas.

DECLARACIÓN DE AMOR

EFRAIN HUERTA


Ciudad que llevas dentro
mi corazón, mi pena,
la desgracia verdosa
de los hombres del alba,
mil voces descompuestas
por el frío y el hambre.

Ciudad que lloras, mía,
maternal, dolorosa,
bella como camelia
y triste como lágrima,
mírame con tus ojos
de tezontle y granito,
caminar por tus calles
como sombra o neblina.

Soy el llanto invisible
de millares de hombres.

Soy la ronca miseria,
la gris melancolía,
el fastidio hecho carne.
Yo soy mi corazón desamparado y negro.

Ciudad, invernadero,
gruta despedazada.

Bajo tu sombra, el viento del invierno
es una lluvia triste, y los hombres, amor,
son cuerpos gemidores, olas
quebrándose a los pies de las mujeres
en un largo momento de abandono
-como nardos pudriéndose.

Es la hora del sueño, de los labios resecos,
de los cabellos lacios y el vivir sin remedio.

Pero si el viento norte una mañana,
una mañana larga, una selva,
me entregara el corazón desecho
del alba verdadera, ¿imaginas, ciudad,
el dolor de las manos y el grito brusco, inmenso,
de una tierra sin vida?
Porque yo creo que el corazón del alba
en un millón de flores,
el correr de la sangre
o tu cuerpo, ciudad, sin huesos ni miseria.

Los hombres que te odian no comprenden
cómo eres pura, amplia,
rojiza, cariñosa, ciudad mía;
cómo te entregas, lenta,
a los niños que ríen,
a los hombres que aman claras hembras
de sonrisa despierta y fresco pensamiento,
a los pájaros que viven limpiamente
en tus jardines como axilas,
a los perros nocturnos
cuyos ladridos son mares de fiebre,
a los gatos, tigrillos por el día,
serpientes en la noche,
blandos peces al alba;
cómo te das, mujer de mil abrazos,
a nosotros, tus tímidos amantes:
cuando te desnudamos, se diría
que una cascada nace del silencio
donde habitan la piel de los crepúsculos,
las tibias lágrimas de los relojes,
las monedas perdidas,
los días menos pensados
y las naranjas vírgenes.

Cuando llegas, rezumando delicia,
calles recién lavadas
y edificios-cristales,
pensamos en la recia tristeza del subsuelo,
en lo que tienen de agonía los lagos
y los ríos,
en los campos enfermos de amapolas,
en las montañas erizadas de espinas,
en esas playas largas
donde apenas la espuma
es un pobre animal inofensivo,
o en las costas de piedra
tan cínicas y bravas como leonas;
pensamos en el fondo del mar
y en sus bosques de helechos,
en la superficie del mar
con barcos casi locos,
en lo alto del mar
con pájaros idiotas.

Yo pienso en mi mujer:
en su sonrisa cuando duerme
y una luz misteriosa la protege,
en sus ojos curiosos cuando el día
es un mármol redondo.
Pienso en ella, ciudad,
y en el futuro nuestro:
en el hijo, en la espiga,
o menos, en el grano de trigo
que será también tuyo,
porque es de tu sangre,
de tus rumores,
de tu ancho corazón de piedra y aire,
de nuestros fríos o tibios,
o quemantes y helados pensamientos,
humildades y orgullo, mi ciudad,

Mi gran ciudad de México:
el fondo de tu sexo es un criadero
de claras fortalezas,
tu invierno es un engaño
de alfileres y leche,
tus chimeneas enormes
dedos llorando niebla,
tus jardines axilas la única verdad,
tus estaciones campos
de toros acerados,
tus calles cauces duros
para pies varoniles,
tus templos viejos frutos
alimento de ancianas,
tus horas como gritos
de monstruos invisibles,
¡tus rincones con llanto
son las marcas de odio y de saliva
carcomiendo tu pecho de dulzura!

ABRAHAM RIVERA SANDOVAL

ESE

Villa Ayala Mor., a 15 de mayo de 1974

Ese que va silencioso por el angosto sendero,
Ese que poquito a poco su vida dio por el pueblo,
Ese que marcha vencido por el trabajo y el tiempo,
ese que va fatigado porque ya no aguanta el pecho,
que los años ya le pesan, que le pesa el sentimiento...
Ese es el joven que un día se enroló en el magisterio.

Ese que arrastra los pies al caminar con esfuerzo,
Que luce en las sienes canas porque le llegó él invierno,
Ese de mirada triste, de ojos opacos y muertos,
Que con labios temblorosos tal vez, musita un rezo,
Ese que va por la calle la dura cuesta subiendo...
Ese fue el joven que un día fue el más querido maestro.

Ese que tiene problemas por conseguir el sustento,
Ese que cobra un mendrugo porque ya no cobra sueldo
Que con mano temblorosa firma en el renglón ajeno
Porque sus ojos no miran como vieron hace tiempo,
Ese que va por la calle cargando su sufrimiento,
Ese fue el joven que ayer tuvo vigor y talento.

Ese que va paso a paso como buscando el sendero,
Ese que sostén no tiene en ningún agrupamiento,
Ese que cierra los ojos para acariciar recuerdos
Y que a doquiera que va recibe burla y desprecio,
Ese que viene hacia tí abandonado y enfermo...
Ese fue el líder de ayer... que no lo enfangó el dinero.

Ese que sólo se alegra con el lejano recuerdo
De aquellos gloriosos días en que en todo era el primero,
El que recibió medallas, el que obtuvo el Primer Premio,
El que por su gran valía representó a nuestro suelo.
Ese que ayer fue un atleta gallardo y digno de aprecio...
Esa vida ya se apaga como se apaga un lucero.

ESE que ahora es sólo sombra que va de la vida huyendo,
Con una linda Medalla de ALTAMIRANO en el pecho
Míralo bien, juventud, mírate en él, compañero
Y una flor de tu cariño ofrécele con un beso
Que sobre su mustia frente o sobre su blanco pelo
Será su mejor regalo en este día del maestro.
Pensando que en el futuro como él serás, de seguro:
Jubilado o pensionado, una sombra que se fuga.

Que mañana al no existir en este mundo terreno,
De este ser que supo amar, que no quedará ni el recuerdo,
Y sobre el tosco ataúd del que fuera un gran maestro,
Una flor y una medalla se perderán en el tiempo,
Mientras alguien como yo, con su jarana de pueblo,
A la vida y al dolor seguirá cantando versos.

ABRAHAM RIVERA SANDOVAL

Mariquita

Traigo tortillas blancas

suaves y calientitas

buenas y tan bonitas

cómprelas marchantita.

Corriendo y sin descanso

con mi chiquihuitito

en vuelto en su ayatito

por detrás yo lo cargo



De Tetelcingo vengo

en Cuautla muy cerquita

me llaman mariquita

pero otro nombre tengo.

Soy de raza Tlahuica

mi lengua es mexicana

uso huipil de lana

y nadie me lo quita.

Un mensaje a los que debieron ser mis padres.

FIDENCIO ESCAMILLA CERVANTES


Papitos: no sé si deba llamarlos así
porque en realidad nunca lo fueron;
cuando descubriste, mamita, que estaba en ti
sentiste náuseas, pretextos mil
que papito y tú me destruyeron.

Aún recuerdo con vasta pena
hace seis meses que tú, mamita,
en una noche te diste cuenta
que estaba envuelto en tu placenta
y te dio rabia, mucha, infinita.

Sentí algo amargo, ¡más qué importaba!
uno en el vientre vive tranquilo;
el sexto hijo era yo, ¡cuánto te amaba!
sumaba días, multiplicaba,
el mismo mes me parecía un siglo.

Soñaba tanto con ver las flores,
la luz del día, mis hermanitos...;
sería bueno con mis mayores,
todos mis actos serían mejores
por ver alegres a mis papitos.

Soñaba tanto en aquel momento,
en el instante en que me tendrías;
me veía envuelto, cubierto a besos,
tú siempre, siempre me arrullarías
y mi papá me diría: “¡Travieso!”.

Mas esa noche, ¡ay!, que bien recuerdo,
llegó papá, te miró nerviosa,
corriste, y en aquel encuentro,
hablaste de mi, que me llevabas dentro,
que estabas triste, te sentías mal, temerosa.

Sentí que él se quedó inquieto,
quiso llorar, quedó en silencio,
te vio con ansia, te vio con miedo;
¡él me quería!, casi estoy cierto,
¡iba en su vida, en su pensamiento!.

Mas el demonio pudrió su mente,
le dio egoísmo, le dio veneno;
sentí temor, me quedé pendiente,
escuché llantos y gritos fuertes,
tantos reproches que se dijeron.

Mi fetal alma ya comprendía
todos los gritos, ¡falsas palabras!
pensé en vivir, que me salvarían,
que antes que nada sí me querían,
que estaban limpias aún sus almas.

Iba a ser bueno con mis papitos,
no lloraría en toda la noche,
me aguantaría, sería un hombrecito,
no lanzaría siquiera un grito
para evitarme cualquier reproche.

Cuando acostaron a mis hermanos
sentí bonito, quise ir con ellos,
eran tan buenos, ¿no había lugar?
y que importaba, así chiquito
me conformaba con estar cerca,
yo dormiría en el suelo.

Escuché entonces, papá, tu voz quebrada
por el cansancio o por el desvelo,
que era imposible que yo llegara;
más importante era que te compraras
un coche azul último modelo.

Sentí morirme, lloré en silencio
¿Eso es ser padres?, ¡yo les pregunto!
¿no me querían?, ¡¡¡por qué me hicieron!!!
¡yo no pedí venir a este mundo !

Al día siguiente, muy de mañana,
al hospital se fueron dispuestos;
miré por última vez aquella casa,
¡¡¡la que iba a ser mi casa!!!
a mis hermanos, tranquilos, quietos,
no imaginaban lo que pasaba
los niños sólo somos traviesos.

Miré aquel cuarto impecable, blanco,

y una mirada implacable, fría,
y sentí miedo, te di un abrazo,
busqué a papito, busqué una huída,
grité, lloré, me hice pedazos
porque atentaban contra mi vida.

Vi a mi papito, ¡lo vi temblando!
cuando pasábamos en la camilla;
le vi una lágrima en la mejilla
¡sí me quería!, ¡estaba llorando!

¡Sálvame!, ¡sálvame! te gritaba
te vi indeciso por un instante
pero a medida que nos llevaban
tú, mi papaíto, me abandonaste.

Cerraron puertas y te durmieron
y quedé solo, aislado, preso;
iba a morir, lo sabía, ya no imploraba;
¿para qué? ninguna súplica serviría de nada.



Sentí un dolor agudo aquí, en mi pecho,
solo un ratito y después, nada... ¡nada!.



Mi cuerpecito aún caliente
quedó en un frasco, ya estaba muerto,
el doctor dijo que próximamente
sería usado en experimentos.

Perdí mi cuerpo mas no mi alma,
que ahora descansa junto al creador,
y hoy, a casi un año de aquella infamia,
yo los recuerdo con mucho amor.

Y aunque soy ángel, a veces sufro
al ver que a solas lloran y gimen,
al acordarse a cada segundo
de aquel aborto que fue su crimen.

Se acordarán de mi por todo un siglo
en cualquier parte, en cualquier lugar,
cuando descubran a cualquier niño
que va en los brazos de sus papás.

Yo ya los he perdonado
papá, mamá, aunque en realidad nunca lo fueron
prometo velar por ustedes y por mis hermanitos;
adiós les dice para siempre:
¡EL QUE PUDO HABER SIDO SU HIJO!



Fidencio Escamilla Cervantes

A TODOS LOS NIÑOS DEL MUNDO

(Fidencio Escamilla Cervantes)

“Si un niño vive con tolerancia,
aprende a ser paciente,
si un niño vive con valor,
aprenderá a tener confianza,
si un niño vive con elogios,
aprenderá a apreciar.
Si un niño vive con honradez,
Aprenderá la justicia.
Si un niño vive con seguridad,
Aprenderá a tener fe.
Si un niño vive con aceptación y amistad,
Aprenderá a apreciar.
Los niños aprenden lo que viven”

A todos los niños del mundo,
A todos los hombres de este planeta nuestro.
A todos los niños que viven en sus miserias por los pueblos,
A los que habitan resignados en estériles desiertos,
A los que piden justicia en el propio corazón de México:
A todos esos niños diseminados por el mundo entero,
Los invitamos a escuchar estas palabras de reencuentro.

Una vez alguien dijo un comentario cierto;
“Hay que preparar al niño para la vida”
pero yo pregunto a todos los sabios de este planeta nuestro;
¿ya prepararon la vida para los niños de este tiempo?
Esa ciencia, que sólo es ciencia
Para llenar al mundo de armamento,
Donde el hombre escarba hasta el último átomo
Para darle a la bomba más efecto.

¡Silencio!
¡No! El hombre ha sido, es y será un ser perverso.
Fue producto de esta cansada tierra ¡Sí!
Pero parió un engendro.
El hombre ha sido avance de la civilización
¡Es cierto!
Ya conquistó la luna y encamina su vista al universo.
Yo vi matar una vez a un hombre
Por robar un miserable peso;
Utilizó la ciencia para su fin avieso
Y aún anda ese hombre por ahí,
Como coyote hambriento.

¿Qué prueba eso?
La humanidad no es sólo el hombre ¡Son cientos!
Millones y millones que pueblan la tierra
Y en esfuerzo común llevan ardua tarea
Para conseguir más viviendas, más escuelas,
Tú, como niño, ¿Dónde hiciste tus primeras letras?
¿Y no fue un ser humano, maestro o maestra
el que generoso te enseñó la ciencia?

¡Sí, fue un maestro, y le guardo profundo cariño!
Siempre tuvo frases de amor y consuelo
Hacia todos los niños,
Nos mostró la ciencia, quitando los cardos
Y espinas que había en el camino.
Pero un día, transformó su vida y cambió de destino.
Por los campos de batalla a nuestra escuela,
gis y pizarrón los cambió por un tanque de guerra,
y hoy combate en todas partes: como perro y perra.

¡Mentira! Se respira paz en toda la tierra.
Lo sucedido en Hiroshima ¿Quién no lo recuerda?
Lo que pasó en Nagashaki aun nos aterra.
Imposible otro conflicto mundial, tu mente está enferma
¿Porqué no irán al sur? En una islas llamadas Malvinas,
donde aun combaten la Inglaterra y la Argentina,
donde mueren hombres, mujeres y niños, donde todo es ruina, mientras que la ONU cobarde se esconde,
a hablar no se anima. Sus embajadores
se ponen de acuerdo en una cantina,
surgen las alianzas, con champaña brindan,
intercambian armamentos, los pactos se firman
para que siga la guerra, ¿Qué importan las vidas?
Esa parte del sur ¿será otra Hiroshima?
Reza un refrán: “Quien te enseña a caminar, jamás camina”

A todos los niños del mundo, pidan una vida justa,
Más unida; no queremos los ejemplos de Inglaterra y Argentina;
Gobiernos sin conciencia, hienas asesinas.
Escúchennos todos, militares y civiles;
Han llenado el alma de los niños de metrallas y fusiles,
Han hecho campos de batalla con sus juegos infantiles,
Han transformado su mirar sereno
En lanzamientos de cohetes y misiles,
Quieren hacer de sus conciencias limpias,
Autómatas armados y serviles.

Niño de este cansado mundo ¡Protesta!
Que no pongan en tus inocentes manos un cañón y
Metralletas, que tus juegos no sean
En campo de batalla y de violencia.
Escúdate en tu inocencia ¡En tu defensa!

¡En tu defensa! El hombre se revuelca
en la hediondez de su puerca conducta,
revisa mapas mundi, oráculos consulta,
provoca a la muerte, se lanza en su busca,
mata por matar, su fin no le asusta,
mata por matar, su fin no le asusta.

Ese es el ser racional llamado HOMBRE
Que en su aceda conciencia la maldad oculta.
El hombre camina hacia una destrucción perfecta.
¡Es cierto! Se va quedando sólo en su estúpido reto,
mira hacia la tierra poblada de espectros
y grita su victoria a todos los vientos.
Abriga una obsesión:
Quiere ser del mundo único dueño,
Delirio de un demente, imágenes de sueño;
Cuando cree ser grande,
El hombre mismo es más pequeño,
Tan sólo el reptil revolcándose en el suelo;
Eso sí, apto para matar, ese es su anhelo.

El hombre, siempre ha sido el hombre
Creador de conflictos,
Su nombre, con sangre en la historia lo ha escrito,
Se lanza al espacio, mira al infinito
Buscando otro mundo para el sacrificio.

Y la ciencia; esa ciencia, impune se le ha unido,
Avanzan de acuerdo para el exterminio,
Él uno, que pone el cerebro de maldad podrido,
La otra, que siembra el terror con su poder temido.
La voz de un niño, generalmente nunca es oída,
Por eso acudo a ustedes, hombres honrados
Y conciencias tranquilas.
Digan a los sabios, a todos los que habitan
Esa tierra sangrante y sufrida;
¡Que ya no armen más bombas que destruyen vidas!
¡Qué ahora inventen bombas que contengan comida!
Y las envíen a todo el mundo,
Donde existen niños con hambre y amibas.
Que en lugar de balas, las metrallas lancen
Sin fin de semillas,
Igual que cruzadas heroicas, henchidas,
Llevando el mensaje de amor a la vida.

Por eso te hablo a ti, para que tú me entiendas,
Niño de esta tierra que solloza y tiembla;
Tú, como fértil semilla que la paz engendra,
Tú, balanza imparcial que con horror contemplas
El principio y el fin de estas sucias contiendas.

Tú, que emitirás el juicio final de la ciencia,
¡Rebélate ahora, porque el tiempo apremia!
Que se escuchen todos, ve hasta sus viviendas,
Habla en mil idiomas para que te entiendan.
Demuestra que se puede cambiar esta tierra,
Que podemos sembrar una paz entre escombros de guerra.
Que queden atrás los escritos de odio y miseria,
Que ya no sea el hombre destructor del hombre,
Apoyado en la ciencia.
En una palabra: ¡Que ya no sea una bestia
Que de su misma carne se alimenta!

¡Esta es mi protesta!
Una última llamada que esparzo a los vientos,
Al alcance de los niños de todos los pueblos.
A mis hermanos todos, sean blancos o negros,
A los que llevan el hambre pegada a los cuerpos.
Un llamado de esperanza, de inicio, de reencuentro.
¡A todos los niños del mundo!
¡A todos los hombres de este planeta nuestro!

FALSA REVOLUCION

(Fidencio Escamilla Cervantes)

“Mira la tierra que te dieron, campesino:
Que poco valor a tu tenaz esfuerzo,
tú la peleaste en la revolución,
fuíste a su encuentro”.

Alguien inventó la palabra “Independencia”
Para llamar a una guerra: Revolución;
Palabra falsa. Estéril, descompuesta,
Porque aquél que la inventara,
Paseo su desvergüenza
Absorbiendo los besos de lacayos,
De hombres sin honor.

Bestias de otras naciones, vinieron
a manchar nuestra existencia,
hipnotizaron a los hombres del campo
y los llevaron a una estúpida tragedia,
les mordieron sus callosas manos
Inyectándoles rabia entre sus venas.
los envolvieron en lucha frenética,
bayoneta y fusil, muerte entre hermanos,
Mientras que ellos convivían en fiestas.

¿Dónde está mi revolución? ¡No es ésta!
no puede ser que haya parido cremas
para envolver a señoritos con riquezas,
mejillas rosadas, pelo rubio
y piel de transparencia.
¡Esta no es la revolución de Zapata!
Se la han robado, la tienen muerta.
Se la han comido poco a poco esas bestias,
¡Esas que conocemos
Y se perfuman y se peinan con esencias
Y que jamás tocaron un cañón o una escopeta!
Jamás supieron de dolor o de miseria,
Ni de angustias,
Porque ellos no brotaron de la tierra,
Nacieron de las hienas.

No es mi revolución ¡No es ésta!
Fue comprada con dólares sucios,
Producto del sudor de manos negras.
Se embarraron de tierra noble
Y aparentar así una falsa refriega;
Mataron vacas y robaron haciendas,
Fingieron una lucha inexistente
Y hoy se revuelcan en colchones de oro y seda.
¡No es mi revolución! ¡No es ésta!
Se la tragaron esos ricos de reloj
Y la escupieron en células muertas,
En pringas de sangre como cruel afrenta
A esos hombres
Que siguieron a Zapata por la selva.
¡No es mi revolución! ¡No es ésta!
Porque aquellos que ofrendaron su vida
En el fragor de las contiendas,
No han merecido un minuto de silencio
¡Ya nadie los recuerda!
Porque los héroes que aún viven
De aquellas batallas cruentas,
Hoy arrastran su dolor y su miseria
¡Para ellos no hubo recompensa!
Se la robaron los antiguos amos;
Los que nacieron con el alma negra,
Aquéllos que se alimentan con carne fresca,
Se visten de casimir usando
El último grito de la moda a la francesa.

Mientras que el débil campesino
Se alimenta de raíces y hojas secas,
Se viste con el sudor de su silueta
Y se abriga con el dolor de su impotencia.

Falsa revolución ¡Apestas!
Y ese grito es de dolor y de insolencia,
No es traición a la patria
Decir la verdad que traigo a cuestas,
Podrán decir que es blasfemia,
Pero es un grito venido desde el alma
¡Es un grito de protesta!

¡Dónde está la verdadera revolución?
La de Hidalgo y de Morelos,
La de Villa y de Zapata,
La de los hermanos Flores Magón.
No es aquella de escritorios limpios
Donde el burócrata babea y sueña;
no aquella de coches automáticos
donde funcionarios de etiqueta se pasean;
no aquella de pieles carisimas
que abrigan a una bestia con melena;
no aquella de grandes residencias
habitadas por perros sin conciencia.

¿Dónde está la verdadera revolución?
La que iniciaron Cajeme y Tetabiate en las haciendas,
La que dio insurrección a los mayas
En la blanca Mérida,
La que se pronunció contra el Valle Nacional;
La revolución que se inició en la selva;
Esa que prometió justicia al oprimido
Llevándolo de una mano a las contiendas.
Esa revolución ¡Qué venga!
No es tiempo de llorar, Ni de lanzar afrentas;
Es hora de exigir una revolución más cierta,
Es hora de aclarar las cuentas,
Es hora de exigir conciencias rectas,
¡Vamos a rescatar la patria!
¡Porque la patria... es nuestra!